viernes, 3 de octubre de 2025

Berlinguer. La gran ambición - Andrea Segre


Esta película es interesantísima por muchas cosas. Es dolorosa por muchas cosas. Esta película está hecha no sé con qué intención. No sé si es la de elevar la moral de la tropa o si es la de ponernos frente a un espejo. Esta película hiere. Esta película también nos muestra cuan difícil es todo lo que intentamos, los enemigos a los que nos enfrentamos incluso cuando todos somos uno, cuando estamos unidos, cuando vamos a una. Incluso ahí, lo tenemos todo en contra. Lo hemos tenido incluso cuando hemos aprendido de nuestros propios errores. Incluso cuando no hemos cometido errores y hemos intentado aprender de nuestras fantasías idealistas. Incluso sin tener fantasías idealistas, sin tener nada más que esa gran ambición de la que se habla y por esa gran ambición someterse a sacrificios que dejan atrás dogmas y sumisiones a gentes o símbolos o rincones confortables o memorias que son anclas, incluso ahí, incluso teniéndolo todo, incluso ahí, lo tenemos todo en contra. Incluso siendo el PCI, teniendo una historia de la que aprender, teniendo una organización modélica, teniendo cuadros que piensan, teniendo dirigentes que actúan con sentido y con rigor, teniendo intelectuales y teniendo una base que está en contacto con la vida de la calle porque ellos son la vida de la calle. Todo eso nos lo enseña una película que retrata unos años cruciales en la historia de Italia pero también en la historia de lo que podríamos llamar movimiento comunista. Así sin mucho lío. Enrico Berlinguer, después de la experiencia truncada del socialismo en Chile, truncada y asesinada por los fascistas que ni consienten ni permiten una vía democrática al socialismo, Berlinguer como digo, secretario general del PCI llega a la conclusión de que en lugar de enfrentarse con la Democracia Cristiana como en Chile, perdón, en lugar de considerar a la Democracia Cristiana parte del bloque antidemocrático o dejarles en ese rincón, es mejor atraerlos, convencerlos de que hay dos bandos: los demócratas y los antidemócratas. Y los comunistas, incluso contraviniendo las directrices soviéticas, son demócratas. Este sería el plan. Convencer a los propios y a los ajenos, de eso trata el hilo de la película. Esa pretensión de abandonar el dogmatismo revolucionario o falsamente contrario a la democracia liberal, no será fácil y los propios se convencen y los extraños se extrañan. Pero se asume, se consigue, se trabaja, se explica y se convence. El problema son los otros, claro. Y todo queda meridianamente claro en unas declaraciones de un Agnelli, uno de esos cavalieres, de esos señores tan elegantes, con tanta clase, tan aplaudidos en las revistas por su estilo, su sobriedad, su... pero que dice que hará todo lo posible para que Italia no sea comunista ni eurocomunista. Todo lo posible. 
Todo lo posible. 
Y así, efectivamente todo lo posible se termina haciendo y pese a que el PCI mantendrá un apoyo electoral considerable que obligará a fórmulas de gobierno rocambolescas para no permitir su entrada en el gobierno durante los ochenta, la táctica funciona. Comunistas o eurocomunistas, donde mejor estamos es en nuestro rincón. 
Y si esta lección es sangrante o dolorosa, mucho más lo es contemplar esas imágenes de archivo en las que se muestra en todo su esplendor lo que era el mayor partido comunista de Europa occidental. El poder de convocatoria, de identificación, de implicación. Lo que es un modelo de organización y de compromiso. Son imágenes de manifestaciones, de fiestas del partido, de funerales, de fábricas, de la calle. El orgullo de ser comunista y de saber que perteneces a algo que nos hace mejores, a todos y todas. 
Y la tristeza inmensa que te asalta cada vez que piensas que esas imágenes de muchedumbres, de rostros orgullosos, tan solo quince o veinte años después, se quedan en nada. En nada, sin referentes, sin continuidad, sin memoria, sin hilo conductor, en el vacío. Hoy qué queda en Italia de todo eso. Queda quizás algo como el Partido Demócrata, pensarás, querido lector. Piénsalo y si es eso lo que queda, qué pasó. Qué pudo pasar. Cómo pudo pasar.
Ver esta película con orgullo y con la ambición de querer un futuro mejor en tiempos de tanta zozobra y oscuridad. Ver esta película como la eterna vindicación de algo que se fue y que se ha ido. Antes. Pero es hoy. Para hoy. 
Lo tenemos todo en contra. Hasta la memoria. 

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