Pues estaban a punto de traer una especie de pastel que la cuñada de la Feli decía que había aprendido a hacer cuando estuvo haciendo una beca en Zagreb para el Instituto Niederhoffer de Danza Contemporánea, y Polda nos contó lo que le ocurrió cuando fue a una cena con unos promotores o filántropos que al parecer estaban interesados en apoyar algún tipo de obra cultural y ahí estaba ella con su palmito para intentar convencerles. Era como una especie de subasta que montaban unos llamados Amigos de la Cultura y el Buen vivir. Dice Polda que llegó a una mansión que estaba en un barrio entre la ciudad y el campo y que les llevaron a todos en un pequeño autocar. Allí estaban algunos y algunas amigas de Polda, dice que prácticamente se conocían todos, hasta quienes no eran amigos realmente, pero de vista, pues eso. El caso es que todos tenían que pasar una especie de examen, una pequeña entrevista, y ellos decidían. Se habían enterado del tema porque un técnico del ayuntamiento se lo había soplado al Gelet y de ahí la voz se había corrido como la pólvora. El Gelet hizo una lista de nombres, se la pasó al técnico, el técnico al otro y el otro al filántropo que se encargaba de este tema, el señor Meyerhoffer.
Pues llegaron todos a la mansión, pasaron a una gran sala y de ahí a una salita en la que les hicieron esperar. Apareció un chico jovencito, vestido de una forma bastante poco formal y les dijo que les irían haciendo pasar uno a uno, por orden de lista. El primero fue Rinaldo, un italiano de Calabria que tenía un espectáculo de cuentacuentos, 'Rinaldo y Rinitis'. Rinaldo entró por una puerta y ya no volvió a salir. Luego le tocó a Tina y los Tintos, que llevaban treinta años declamando a García Lorca por esas plazas de España. Tampoco salieron. Y finalmente fue Polda la que fue reclamada.
Polda dice que entró muy nerviosa. Que se había vestido de una manera demasiado formal porque sus compañeros parecían ataviados para hacer una demostración 'artística' y ella parecía una ejecutiva. Cuando entró vio a un trío de personas de cierta edad alrededor de un piano. El señor mayor, que debía ser Meyerhoffer, estaba sentado al piano y el matrimonio Herenberger, sonriente y brillante, le miraban arrobados. El señor Meyerhoffer le dijo a Polda que tomase asiento durante unos segundos y que apreciase la pieza que iba a interpretar y que cuando terminase le contase cómo relacionaría la obra con su propio concepto de arte y creación. El señor Meyerhoffer no sabía tocar el piano. Buscaba las teclas con un dedo. Daba una nota, al cabo de un rato... acertaba y daba con otra. Y así hasta que pasados diez minutos dio por finalizado el recital. Los tres miraron a Polda y sonriendo felices de la vida, le pidieron una valoración.
- ¿Podría repetir la interpretación? -contestó Polda.
El señor Meyerhoffer no entendía. 'Si, que si puede repetir la interpretación. Creo que ha habido matices que creo que... si es capaz de repetirlo pues yo...'.
El señor Meyerhoffer interpretó la idea de Polda como una reivindicación del fordismo en el arte y la posibilidad de crear en serie y le pareció una idea estupenda porque así se juntaban arte y competitividad. Y le dieron el cheque.
Polda lo contaba y se moría de risa. Normal.
Monsieur, yo lo hacía hoy resacoso y fuera de combate! Y no, helo aquí.
ResponderEliminarNunca se sabe dónde va a estar el cheque, desde luego. Desde Andy Warhol las cosas han cambiado mucho.
Feliz comienzo de semana, monsieur.
Bisous
Final feliz que es lo que importa, sepa o no interpretar el piano. Ella quedo por encima con su astuta respuesta. Me ha gustado
ResponderEliminarUn abrazo y buena semana
¿Es idea mía, o Polda se estaba burlando de Meyerhoffer en su cara?
ResponderEliminarSaludos!