En el último catálogo de la Editorial Sabrastú, que tan gustosamente hemos recibido, hemos encontrado un precioso libro de Linólea Rediosdada llamado 'Mis momentos', en el que encontramos una serie de relatos del que hemos querido destacar este 'Alumno avejentado'.
'Sinesio 'Sinesito' Potomac se había ganado a pulso la condición de alumno repudiado de la clase. Sus compañeros no le soportaban, no se juntaban con él para comentar las fechorías del día anterior, no le hacían partícipe de los planes que tenían para con las niñas de la clase, ellas le consideraban invisible, y ni tan siquiera los maestros le tenían en estima alguna. ¿Y tenían algún motivo para ello? Sinesito Potomac, desde luego, daba pie a eso y más. Y si bien podemos decir que la reacción de sus compañeros y superiores fue desproporcionada, no es menos cierto que en los tiempos que vivimos, hemos vivido y viviremos, la diferencia y más aún la diferencia molesta, se paga. Aquí y en Pamplona.
Sinesito Potomac, mientras sus compañeros jugaban alegremente al fútbol, al escondite, a esconderse para practicar tocamientos con esto y aquello, a fumarse un algo, o a espiar a las chicas; mientras sus compañeras de clase cuchicheaban y cuchicheaban y se reían mirando a Periquín Pérez 'el guapo' o a Joanet Ferrerolas 'el Ferrerolas' preguntándose si se lo pedían o no se lo pedían; mientras sus profesores miraban concienzudamente el reloj para que pasase aquella hora del recreo en la que todo podía pasar y cualquier accidente podría ser su fin... mientras todo esto pasaba, Sinesito Potomac se sentaba en el lado del sol y si te pillaba al lado te ponía al corriente de lo ladrones que eran todos, de lo mal que iba la cosa, de la ruina, de lo que robaba todo el mundo, de que al sol se estaba bien y que le temía más a los cambios de tiempo que a una vara verde. Si por un casual algún niño se hacía daño con la juguesca, Sinesito Potomac enseguida contaba a quien le pusiera oídos que para dolor el que tenía él en la espalda que el otro día se cayó y se hizo, mira, mira, mira, aquí, en la espalda. Un dolor, que yo que sé este dolor. Si todos los niños del mundo, salvo los repelentes que en el mundo hemos sido, hemos tenido nuestros más y nuestros menos con las preguntas de los profesores, consultar a Sinesito era arriesgarse a una exposición completa de esto y aquello regado con un poco de todo, para acabar con un pues eso. A la pregunta, clara y sencilla, que la Señorita Luz le hizo en una clase de Literatura con el siguiente enunciado 'Obras más destacadas de Lope de Vega', el bueno de Sinesito le contestó que las más destacadas a ver por quién, porque es que claro, hay quien te dice que una cosa es buena y no te puedes fiar, porque el otro día me dijeron a mí, que fui a comprar un lápiz que lo necesitaba para un ejercicio que me había mandado el profesor Simón para una cosa que teníamos que hacer para Lengua, que sabe usted que a mí no es que me moleste hacer los deberes de lengua, pero es que hay días en los que uno pues no sabe usted, pues eso que no tiene cuerpo y el dolor este que tengo aquí se me coge en la mano y no lo suelto y no lo suelto y madre mía y qué dolor y compré el lápiz en la tienda del padre del Ñoni, que no estaba, porque se ve que se había ido al ambulatorio porque tenía hora y tuvo que dejar allí a la madre del Ñoni que no encontró el lápiz que yo andaba buscando porque me habían dicho que era bueno y resultó que no lo tenía o no lo encontró o sepa Dios qué y entonces pues me dio otro, y oiga, pues lo que íbamos diciendo, que te dicen que una cosa es buena y luego resulta que otra pues es igual de buena, y mire, aquí tengo el lápiz y ya me dirá usted si este lápiz es mejor o peor que el que me dijeron. Pues yo le digo que no. Y la profesora Luz lo miraba y no le veía y sus compañeros se medio adormilaban. Y así era un día y otro día. Y ya una vez el Calqui, de Matemáticas, le tuvo que cortar porque cuando estaba explicando Sinesito la diferencia de un triángulo isósceles con un escaleno, Sinesito se quedó en blanco y con una mirada melancólica se fue hacia la ventana y rascándose la barbilla como si tuviera barba dijo... 'triángulos...'.
El día de la excursión a la fábrica de Tubitos y Ruedecitas en la trabajaba el padre de la Sonia, se lo dejaron olvidado y nadie preguntó por él en el autocar.'
Es casi como los niños resabiados que salían contando chistes en un programa que hacía Juan y medio en Canal Sur.
ResponderEliminarMe gusta el apellido Rediosdada. Casi apetece ponerlo de seudónimo, pero mejor no, porque me iba a venir grande. Es como prepotente, como si tú pollo, pues yo repollo.
ResponderEliminarYo creo que lo de Sinesito era de familia, porque si ellos no se acordaban del niño, cómo iba él a acordarse de un triángulo, hombre? Un triángulo es mucho más abstracto que un niño, más olvidable, excepto el de las Bermudas por el misterio que entraña y que capta la atención más que cualquier niño. Bueno, más que cualquier niño que no sea hiperactivo y te crispe los nervios.
Feliz día, monsieur
Bisous