Los seres humanos nos creemos lo que nos queremos creer. Muchas veces nos creemos lo que quieren que nos creamos, pero las mayor parte del tiempo, no hacemos caso y somos nosotros los que nos montamos películas que nada o muy poco tienen que ver con la realidad. Italo Calvino es el autor de Les Ciutats Invisibles. Este libro me ha causado una honda impresión... pero no me ha acabado de calar. Me explico.
Les Ciutats Invisibles consiste en una serie de relatos, pequeños, en los que Marco Polo explica a Qublai Khan las ciudades por las que ha pasado en sus viajes al servicio del gran Khan. En estos viajes ha visitado un sinfín de ciudades (algunas de ellas con metro, aeropuerto y antenas para la televisión) y en todas ellas suceden hechos fantásticos, maravillosos, extraños, encantadores. Y sus relatos son así, ensoñadores, tremendos, angustiosos, complicados, surrealistas... y que, en definitiva, requieren a veces de varias lecturas para poder entender todos los matices.
Y ahí está el asunto. ¿Estamos dispuestos a ese esfuerzo? ¿Estamos dispuestos a detenernos, a no leer por leer, a saborear cada descripción? Pues eso. A veces, el libro se detiene en los propios diálogos entre Marco Polo y Qublai Khan, en los que éste le dice que sus ciudades no pueden existir, que sus relatos no pueden ser ciertos, pero que le gustan igualmente. Y Marco Polo, que en principio no domina el idioma del Khan finalmente lo habla y nota como sus relatos pierden interés a medida que domina la lengua. Estas son algunas de las reflexiones, pero hay más.
Cuando comencé a leer el libro, me ilusioné. Mucho. Me recordaba a algunos relatos de Borges, pensé, qué bien, un libro fantástico, ciudades maravillosas... pero poco a poco me fui... no sé si decir desencantando. Empecé a pasar páginas y ciudades sin pararme demasiado. Cuando la ciudad en cuestión exigía detenerse y abstraerse completamente para entenderla... no me veía capaz. ¿Me haré viejo? ¿Estaré perdiendo capacidad de atención? ¿Será culpa del móvil? Y me daba rabia, porque el libro es una maravilla, pero... no sé. No sé si ha sido el momento, el verano, que no he ido suficientemente a la Estación a leer y sumergirme en otro mundo... no sé. De todas maneras, si pueden léanlo, merece la pena viajar sin viajar a sitios que se nos escapan.
Y como el Hombre -así en plan mayúsculo- es presuntuoso y no se resiste a hacer el ridículo en cuanto le dejan, me permito hacer un pequeño homenaje a una Ciudad Invisible en la que no he estado o de la que no he salido.
'El viajero que quiere salir de Aurora una vez que ha entrado, no ha entendido realmente que la ciudad no tiene entrada ni salida. El viajero pasa muchas horas de camino, sin creer que ha llegado realmente a ningún sitio cuando, en un parpadeo, tiene la sensación de estar en un lugar del que necesita salir. Y busca una salida que no existe. Los que construyeron Aurora, una de las primeras ciudades habitadas del Imperio, ciertamente no sabían qué estaban construyendo. En realidad eran trabajadores que fueron destinados a unir dos ciudades muy lejanas mediante una carretera que, en un cierto punto, decidieron parar a descansar y su descanso se prolongó tanto que cuando se dieron cuenta ya habían construido una ciudad. Muchos dicen que la ciudad se construyó sola y que por eso no tiene entrada ni salida, porque ella misma, desde dentro fue añadiendo calles, palacios, edificios, avenidas, sin que aquellos trabajadores primitivos tuvieran consciencia de estar haciendo nada. Otros dicen que Aurora es en realidad una tela de araña gigantesca situada en el centro del Imperio y que los viajeros caen en ella sin darse cuenta. Allí viven un tiempo y cuando mueren, con sus restos la ciudad sigue creciendo.'
Ruego que disculpen la tropelía y que Italo Calvino no se levante de su tumba para castigarme.
Seguro que si se levanta de la tumba es para estrecharle la mano, monsieur. Aurora promete. Aunque no tenga entrada ni salida, espero que tenga principio y final.
ResponderEliminar¿Por qué será que me recuerda a Teotihuacan?
Feliz día
Bisous
Pues el libro parece interesante y me ha gustado tu explicación. Siempre el humano tiende a instalar su tienda de campaña mientras lo demás crece. Lo que hay que hacer es caminar aunque sea renqueando.
ResponderEliminarMientras se tenga capacidad de pensar no se es viejo:-)
Un abrazo y buen finde
Me lo leí hace un milenio, no me acuerdo. Pero me acuerdo que nos lo recomendó un profesor de la facu que se deshizo en halagos, y me quedé como "pues vaya", y que se quedaba corto en la descripción de cada ciudad.
ResponderEliminarYo tengo que decir, mejor dicho, escribir que es uno de mis libros preferidos. No sólo disfruté una barbaridad con la lectura, también con las relecturas. A menudo leemos o vemos una película porque la fama la precede y esperamos algo "indefinido", una sensación, una revelación que no se cumple, pero no hay que responsabilizar a la obra de no alcanzarla. Que una obra nos cale, emocione, también su porción de subjetividad, que en ese momento en el que la leemos o la visionamos conecte con nosotros, por la razón que sea, y puede no ocurrir a pesar de la gran calidad de la obra. y a riesgo de repetirme confirmo que a mi si me llegó, y mucho. Y también es verdad que me falta cierta frialdad de análisis, pero es que disfruto tanto con sus descripciones, enecdotas, reflexiones, colorido, humor, ingenio, tragedia que desborda... Y sobretodo imaginación. No es sólo alimento y un gustazo para el intelecto, también para los sentidos.
ResponderEliminarmuchas gracias por el comentario. la verdad es que es un libro que no se acaba una vez que lo terminas. deja muchísimo ahí para seguir pensando y pensando...
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