Les proponemos el siguiente relato de Wadislaw Kremonjek, de su obra más conocida 'Gente de mi barrio', llamado 'Curación'.
'A tres porterías de mi domicilio vivía el doctor Ernesztus Wolotinski. Durante muchos años, el doctor Wolotinski había impartido su saber y sus conocimientos en una consulta del barrio a la que acudían los enfermos locales de casi toda clase y condición. El Doctor Wolotinski cobraba una tarifa media de zlotys tanto a ricos como a pobres y todo el mundo le quería mucho. Sin embargo, los últimos meses habían sido duros para el doctor Wolotinski. Su avanzada edad no le permitía ya acudir cada día al despacho desde el que atendía a los pacientes y su ayudante, la señorita Rabatnicka, se encargaba de ir avisando a los pacientes que el señor Doctor no iba a pasar visita y que le disculpasen y pasasen al día siguiente. Por si fuera poco, los continuos achaques de la edad que no perdonaba se habían unido a una noticia muy dolorosa. El hijo del doctor Wolotinski había sido arrestado por la policía, acusado de actividades subversivas y tras pasar por la cárcel había tenido que emprender el exilio a Alemania.
La pena, la edad...
Avisado por la propia señorita Rabatnicka, con la que me tropezaba de vez en cuando en el colmado del señor Abrahamson, de que el señor doctor Wolotinski llevaba días sin acudir a la consulta, me propuse hacerle una visita.
Una tarde en la que no tenía nada que hacer, fui a verle. Su esposa, la señora Wolotinska, me abrió la puerta. Parecía bastante más joven que él. Me indicó dónde se encontraba, en el salón, intentando descansar un rato mirando la luz entrar por la ventana y me acompañó hasta allí. Al verme, el doctor Wolotinski me saludó y me invitó a sentarme.
- Querido amigo, muchas gracias por venir a visitarme. Creo que estoy enfilando los pasos hacia...
No le dejé continuar. Posé mis manos sobre su cabeza, ambas, y comencé a moverlas de forma pausada, frotando y acariciando la cabeza del doctor Wolotinski de manera que no sufriese violencia alguna. Una caricia en la que mis dedos se adentraban en sus todavía abundantes cabellos. Masajeé su cabeza durante unos diez minutos y noté que se había quedado dormido.
Abandoné la sala y me despedí de la señora Wolotinska. Al día siguiente el doctor Wolotinski volvió a la consulta y ahí sigue todavía, acudiendo todos los días, menos los domingos, claro.
Ni yo lo entiendo.'
Pues hombre, yo supongo que volvería a ver si le caía otro masaje, qué se yo.
ResponderEliminarFeliz día, monsieur
Bisous
Magia potasia dirían mis hijas:-) Se podía dedicar a los masajes:-) He estado sin Internet y hoy me he acercado a saludar.
ResponderEliminarUn abrazo