Hay demasiados periodos de desconexión. Rogamos disculpen estas ausencias, pero nos vemos desbordados por el trabajo y las ocupaciones. Los encargados de este espacio nos hacemos mayores, contraemos compromisos, etc. Sin embargo, de vez en cuando tenemos tiempo para recuperar la actividad, así que nos han llegado unos cuantos relatos, destacando este de Uros Facekas, titulado 'En la parte oscura', que nos ha llamado mucho la atención.
'Estoy esperándote escondido aquí desde hace tanto tiempo que a veces pienso que soy una de las estatuas que bordean el puente. A veces creo que soy una de las farolas que iluminan la calle. A veces me parece que soy uno de los árboles que jalonan la calle. Eso es lo que pienso que soy. Estoy convencido de que ya he perdido absolutamente la capacidad de ser otra cosa que el que te espera aquí. En esta calle. Hay luz en tu ventana, voy a asomarme. No me ves. Estoy aquí. A veces creo que alguien me está haciendo daño en los brazos, me duelen. Y me parece que es que me están podando. Seré realmente un árbol. Seré un árbol que se asoma a tu ventana y te contempla mientras das de comer a tu familia. Completamente ajena a que ese árbol que se encuentra ante tu ventana tenga menos ramas. Estoy podado. No puedo ser podado. Yo tengo también mi vida. Cuando ya sé que no vas a salir de casa, me voy a la mía. Yo también tengo que darle de comer a mi familia. Siempre me suelo ir a casa por la parte oscura de la calle, para que nadie me vea. Entro a mi casa y me espera mi esposa. Ella me quiere mucho. Mis hijos sospechan algo. A veces dicen que parezco de piedra. Mis dos hijos, Miki y Jan. me dicen cosas extrañas. Que huelo a tierra. Que a veces estoy tan duro como el mármol. Que me estoy quedando tan delgado como una farola. Un día, incluso, Miki me dijo que si me acercaba mucho a él le quemaba, como si tuviera una bombilla dentro. Mi esposa no sabe nada. No sabe que desde que salgo del trabajo me quedo delante de tu casa esperando. No sé a qué espero. A veces me apago. Noto que me apago y que vuelvo a encenderme. Soy como una farola que jalona la calle. Como una de esas estatuas que adornan la calle. Como esos árboles que han plantado en el puente sin que nadie entienda cómo. Hoy parece que has salido a la calle y me has visto. Me has saludado. Me has preguntado cuánto tiempo hace que no como. Dices que me conoces. Yo no sé si realmente nos hemos visto antes. No recuerdo porqué estoy esperándote ante tu puerta desde hace tanto tiempo. Me das un trozo de pan porque dices que parezco demasiado delgado, como si fuera una farola. Y que huelo a tierra. Cuando llego a mi casa, mi hijo Miki me está esperando con un hacha.'
Esto debe ser romanticismo del XIX.
ResponderEliminarPues sí, monsieur, a pesar de esa inquietante hacha final, no ha podido remediar usted el romanticismo, no sé si del XIX o del XXI, pero romanticismo.
ResponderEliminarAy, Tolya, Tolya!
Feliz tarde
Bisous