miércoles, 31 de julio de 2019

Adiós, conejillo siniestro.

La memoria es el espejo del alma. Una cara en la noche. Unos ojos rojos. En realidad no eras conejillo siniestro, eras conejillo siniés. No sé cómo llegaste a mi casa. Creo que ya estabas en casa. La historia pudiera ser que estabas en casa desde siempre, que te heredé de la Roser y que aquí seguiste, ocupando un lugar en alguna estantería, para que la gente dijera, qué hace ese conejo siniestro y sucio en esa estantería. O quizás me lo trajese alguien que se lo había encontrado en la calle y que me lo había dejado aquí y yo pensé que era bien. Como la Ratta Minenratta que compré en el Ikea y que ha estado conmigo encima de la tele toda la vida y ahora no sé dónde estás.
Adiós, conejillo siniestro. No has tenido pilas desde nunca, pero era un espectáculo verte con los ojos encendidos moverte y caminar. Creo que jamás pasó.
Adiós, conejillo siniestro. Contigo abandonan de mi recuerdo muchos momentos ilustres, momentos que se perderán como tú, en una bolsa de la basura, presuntamente olvidado por mí que te quise siempre a mi lado y ahora serás carne de procesadora de residuos. Conejillo siniestro, sucio desde siempre, inmóvil desde el primer día, siniestro siempre con los ojos rojos.
El tiempo es el espejo del alma. El tiempo y los espejos. Los espejos que poco a poco vuelven a ocupar su sitio en la casa. Los espejos son la cara del alma. El orden de los factores no altera el producto. Las discusiones hasta altas horas de la noche. Las cajas de los playmobil sin abrir en la estantería. Cartas, recibos, más recibos, cartas sin abrir. Papeles sin clasificar. Una mirada sombría hacia el desorden, buscando el refugio del sofá redentor que cura todos los males del mundo. Si no lo miras, si no lo estás viendo, no existe.
Conejillo siniés, adiós. Tus días han acabado en este domicilio particular. Junto con legendarias estanterías, cómodas, armarios, que sí que sobreviven desde los tiempos de la Roser. Conejillo siniestro, que has sobrevivido a todos los intentos de reforma, que has soportado las preguntas sobre tu origen, tu significado, el porqué. Conejillo siniestro, blanco sucio y de ojos rojos de haber llorado tanto que quizás has enloquecido.
Conejillo siniestro, adiós. En el día del cumpleaños de la San, que te bautizó como conejillo siniestro. Conejillo siniestro, al lado de los libros, rodeado de facturas y cartas del banco que se han de ordenar. Conejillo siniestro, símbolo de un tiempo pasado que no podemos conjeturar si fue o no fue. Conejillo siniestro, solo y acompañado de otros miles de millones de frikadas y elementos extraños. Como el plastic Jesus, como el niño jesús panza arriba.
Niño jesús panza arriba, te estoy contemplando en una caja. No puedo soportar la idea de que termines en el mismo lugar que el conejillo siniestro.
Niño jesús panza arriba, el último baluarte. El último hilo que me une con mis manías y mitos más profundos. O más superficiales. Pero que me explican.
Niño jesús panza arriba, cuál será tu destino, ya escrito seguro en los libros que registran efemérides y que no lee nadie, patrocinados por alguna empresa de su prestigio y calidad. Conejillo siniestro, extraño en el paraíso.
Conejillo siniestro, ha sido un verdadero orgullo compartir contigo los momentos más felices y las putas mierdas más elevadas. Pero nuestro mundo es otro. Y tu piel y tu plástico de piel y tu piel de plástico y tu piel. Y todo se perderá como lágrimas en la lluvia.
Adiós, cooejillo siniestro. Nos vemos seguro.

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