lunes, 15 de julio de 2019

El artista diabólico


No hace muchos años, caminando por una calle de Katowice, me tropecé con uno de esos guitarristas callejeros que acompañan los paseos de los caminantes. Me llamó la atención lo descuidado de su atuendo, mucho más que el habitual desaliño bohemio de los músicos de la calle. Me llamó la atención que tocaba una guitarra destartalada. Me llamó la atención que parecía un espectro. Me llamó la atención de que su cara reflejaba el mal. Me llamó la atención que fuera el diablo. Me dirigí a él y le pregunté cómo había llegado allí. Me contó su historia.
'Iba yo comprando almas y ganando adeptos para el negocio de la maldad y la impostura, cuando en un recodo de estos parajes, en un cruce de caminos que ya alguna vez había frecuentado y donde algún gitano se había dejado convencer, me encontré con una mujer que me pareció interesante. Le hice las preguntas habituales, le sonsaqué sobre sus habilidades y finalmente descubrí que la mujer, que se llamaba Esther Griermann, quería ser poetisa. Habitualmente cantaba sus poemas para que las personas la tomaran en serio, más como cantante que como poeta. Pero ella quería ser otra cosa. Era la primera vez que ofrecía mis servicios a una mujer. Nunca creí que tuvieran talento. Nunca creí que tuvieran ambición. Hicimos un pacto. Como siempre, pensé en camelarme su ego y conseguir su alma.
No entiendo cómo, ni de qué manera, me vi un día siguiéndola por los caminos de Chile, por bodegones de Amsterdam, los arrabales de Marrakesch, escuchando sus poemas, abriéndole puertas en los galpones de Buenos Aires, en un selecto club de Macao, en una cervecería de Dublin. Esther Griermann cantaba y contaba sus poemas. El prometido éxito no le llegaba, pero su talento crecía de manera incesante. Una noche, en Chicago, en la víspera de una actuación en un Hotel, me leyó uno de sus poemas.
No lo entendí.
La sensación de no haber entendido aquella obra. Me creí superado. Yo, el diablo, no era capaz de saber si aquella alma podría ser intercambiada por tanto talento. Aquel talento. Aquella artista. Jamás me había pasado. Su alma no me valía de nada. Y aquel poema había robado la mía. Me abandonó y me abandoné.  Y ahora toco la guitarra por los caminos, intentando encontrarla. Creo que fue por aquí cerca.'

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