Digo yo que con la cantidad de veces que nos lo han dicho, algo debería pasar. Pero no pasa. Y no quiero ser agonías pero no parece que vaya a pasar. Porque lo escuchamos, lo entendemos, pero ay, luego ya si eso. O lo escuchamos junto a los regidores del PSC que sabemos que, a ver, pueden programar todas las obras que quieran sobre el tema, pero a la hora de dormir, prefieren dormir tranquilos.
La obra se llama Armas de construcción Masiva y la compañía es José y sus hermanas. Un mensaje de Watsapp por la mañana me indica que hay entradas gratis si dices que eres de un grupo de teatro. Soy de un grupo de teatro. Me atrevo. Media entrada porque hay muchos grupos de teatro en este pueblo. Y eso significa que hay también muchos críticos en este pueblo. No entraré a criticar el montaje, la dicción y mucho menos la interpretación. Entraré a criticar el mensaje, pero no por criticar el mensaje, que no por sabido es menos necesario. Criticaré la necesidad del mensaje.
O la efectividad del mensaje. O la facilidad del mensaje. O la comodidad del mensaje. O lo conocido del mensaje. O lo cambio climático del mensaje. Un mensaje claro. Este mundo, pero concretamente este país, es de traca. Este país es un campo de pruebas, nos dicen, un campo de pruebas para todas las putas mierdas que luego se ensayan por ahí fuera. Este país, España, nos dicen, es pionero en sentar a los niños en sillas, en tenerlos quietos, en educar para nada, en desmovilizar con los bares, en quitar a la gente de las calles, en tantas cosas. Creemos siempre que el estado español es la risa, la tarara, y no lo es. Llevan toda la vida ahí y tú te ríes de ellos pero como que al final, la risa eres tú.
Y efectivamente, las interpretaciones me gustan, a veces no se escucha bien lo que se dice pero será por cosas ajenas a mi entendimiento. Pero todo lo que dicen se entiende aunque no se escuche. Las historias, la cotidianeidad, la vida, las desgracias, las casualidades, los miedos, la sociedad, los padres, la familia, los niños, la escuela.
Usted está viviendo en esta país, se llame como se llame y la verdad es que da igual. Da un poco de coseja, de repeluco, de miedete. Estar en reuniones preparando la revuelta sobre el cambio climático, junto a seis regidores del PSC, o más, que miran todo aquello como si fuéramos todos parte del mismo equipo y estamos todos preparando y concienciando, porque somos todos parte de lo mismo y todos un poco como que podemos hacer algo ¿no? Pues no. No podemos.
Y al día siguiente vamos todos y todas a manifestaciones juntos en la pancarta con quien te acaba de decir que no podría dormir tranquilo si te tuviera en el gobierno, porque eres peligroso, no eres peligroso cuando compartes la pancarta, cuando estás ahí, cuando parece que todos somos uno y que al final, todos somos lo mismo y estamos por la causa. Y vamos a la obra de teatro y analizamos luego la calidad del montaje, de la interpretación, del guión, del chimpón y que es quizás, no sé, como si... y asentimos y lo tenemos todo más o menos claro, el mensaje es espectacular. Esto es teatro.
Pero el teatro del bueno es el que hacemos nosotros cada día, pensando que estamos haciendo algo y creemos que efectivamente lo estamos haciendo. Al menos nos dejan subir al escenario, programan las obras, establecen un ritmo adecuado de emisión de mensaje contracultural y mañana tocará bendecir a la borriquita con la misma cara.
Eso es teatro.
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