Soñé, que estabas junto a mí. El mar me quedaba lejos entonces. Me había vuelto a casa de mis padres, en Hjellsfords y el mar se había alejado de mí cientos de kilómetros. Cada mañana, después de levantarme y desayunar, me sentaba junto a la ventana y miraba hacia el mar. Siempre se está mirando hacia el mar porque aunque la vista no lo alcance, el mar sigue allí. El mar, que siempre nos acompañará, que siempre estará ahí. Como aquella tarde. Siempre recuerdo aquella tarde. Estábamos paseando después de haber asistido a aquella charla del profesor Almayr y no dejábamos de bromear sobre las sandeces que habíamos escuchado. Me cogiste de la mano en un momento y me preguntaste una cosa.
- Grüne, si un día me pasara algo, si un día me tuviese que marchar, ¿qué harías?
Y comencé a explicarte todo un plan de vida sin ti. Te conté que ya tenía previsto que alguna vez te marcharías y que debería comenzar una nueva vida y te asalté con toda una serie de proyectos que para nada eran nubes pasajeras sino que tenía ya muy avanzadas, porque te conocía y sabía que tarde o temprano meterías la pata o te enredarías en alguna idiota aventura o surgiría algún proyecto que te obligaría a seguir el impulso de la sangre esa que te bulle dentro y que por un lado me enamora y por otro me crispa hasta extremos inimaginables y que sé que te empuja a querer demostrar que nada está quieto, que todo se ha de ir de un lado para otro, que la vida no son más que instantes y que atarse a lo cómodo es contravenir las leyes del universo y que por eso mismo, porque sé que ese pensamiento es lo que es y nada se puede hacer contra quien tiene esa idea metida dentro de la cabeza, yo no podía hacer otra cosa que planificar mi vida sin ti, consciente de que ese paseo podría ser el último y que debía darle la trascendencia debida porque mañana, quién sabe si por eso me hacías la pregunta que me estabas haciendo, no tendrías que partir y por eso te explique una serie de caminos por los que debía transcurrir mi vida y para que no pensaras que te estaba tomando el pelo saqué de una preciosa mochila de piel que siempre llevaba conmigo y que me regaló aquella amiga común que también se fue y no volvió, saqué digo unas libretas, tres libretas en las que tenía apuntado y resumido todo lo que iba a hacer según fuera mi elección una u otra.
Y quizás te sentó mal mi contestación o no me entendiste o ya todo estaba perdido.
Al final tampoco hice nada de lo que tenía apuntado en las tres libretas.
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