- - Dime
tú entonces.
- - Yo no
te tengo que decir nada, simplemente me gustaría que te acordaras de lo que le
pasó a Zivojinovic. Zivojinovic era el hijo de un pandero que había hecho algo
de dinero y que se fue a estudiar a Belgrado. Allí completó estudios de Leyes y
cuando volvió al pueblo fue designado alcalde. Todo el mundo en el pueblo
consideró normal que Zivojinovic fuera el alcalde. Su familia era respetable,
ni muy rica ni muy pobre, tenía un título universitario, había visto mundo y
era, sin duda, lo más respetable del pueblo. Zivojinovic se puso manos a la
obra a gestionar el municipio y se sentó en su despacho a recibir a los vecinos
que le iban a pedir cosas. Arreglos en las calles, mejoras en la iluminación,
echar del barrio a los jóvenes molestos, perros que ladraban sin cesar, los
borrachos de la taberna de Marica, un banco para sentarse y mirar los coches al
pasar por la plaza Novi Pazar. Zivojinovic entonces era joven. Tenía menos de
treinta años pero parecía que ya era una persona mayor. Tenía predilección por
atender a las ancianas que, camino del mercado, le contaban sus penas. Era
capaz de perder horas escuchando. Siempre diligente, acudía a la llamada de
cualquier vecino que lo necesitara. Acudía puntual al Ayuntamiento, nadie le
vio nunca en una taberna, discutir con nadie, el diario local no vio nunca un
texto suyo en el que anunciase una idea, un proyecto, una desazón. Iba y venía,
hacía trámites, acompañaba a los ancianos a donde le dijeran, siempre sonriente
y siempre con una buena palabra. El señorito Zivojinovic se convirtió en el
señor Zivojinovic y cumplió un mandato y luego otro. Fue alcalde por
designación del pueblo durante 30 años. Se fue a la capital para ser diputado
nacional. Dos años después de su nombramiento lo dejó y se dedicó a vivir de
rentas en el pueblo. Al señor Racan, cuando fue nombrado alcalde, le tocó
arreglar las calles, mejorar la iluminación, echar del barrio a los jóvenes
molestos, controlar a los borrachos de la taberna de Marica yendo a la taberna
de Marica donde ya era cliente, y colocar un banco para que se sentaran a mirar
los coches los ociosos en la plaza Novi Pazar.
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