El señor Cucumetre no había nacido aquí, había nacido en otro sitio. El caso es que había llegado a Barcelona de niño y no, no se puso a trabajar desde abajo para llegar a ser quien fue. Su padre, el señor Cucumetre había llegado a la ciudad con un encargo desde algún ministerio, un encargo que le prodigó divisas, fondos, dividendos, dinero y poder. El señor Cucumetre desde buen principio hizo todo lo que usted puede imaginar que hace un señor en este tipo de situaciones. Todo y más. Por conservar su poder. Cuando murió, el señor Cucumetre tuvo un funeral al que asistieron todo tipo de personajes de la cultura y de los negocios, sobre todo de los negocios. El señor Cucumetre fue propuesto como patrón eterno de una institución benéfica e incluso se propuso su nombre para una calle. Finalmente la calle tuvo otro nombre.
El caso es que, años después, alguien quiso escribir la vida del señor Cucumetre, por encargo de la institución municipal. Ese alguien se informó y documentó sobre la vida del señor Cucumetre y le salió una biografía que, de hecho, ponía mejor al señor Cucumetre de lo que había sido la percepción general sobre su vida. Finalmente la calle en cuestión tuvo el nombre del señor Cucumetre.
En la calle Cucumetre viví los primeros años de mi estancia en Barcelona. Nunca me pregunté por el nombre de aquella calle. Me hacía gracia. Siempre que escribía alguna carta o luego un email enfatizaba mi estancia en la calle Cucumetre. Un día, en un bar de la zona, un buen bar, un bar de esos a los que se nota que podría haber ido el señor Cucumetre, alguien estaba hablando sobre el señor Cucumetre. Decía que ya no había personas como él, que ellos habían hecho de Barcelona la ciudad que hoy disfrutamos y que el señor Cucumetre no solo se merecía una calle, se merecía algo más.
Me documenté sobre el señor Cucumetre. Entonces yo estaba estudiando e hice una tesis sobre él. No sé cómo salió la tesis y no sé cómo llegué a escribir lo que escribí, pero hoy la universidad donde doy clases se llama Universidad Cucumetre Banc Castellarnau.
Así que mejor dejar al señor Cucumetre en paz.
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