Ayer por la tarde se puso fin a 8 años de Ada Colau como alcaldesa de Barcelona, que se dice pronto, que parece poco y qué largo se os ha hecho, ¿verdad? Qué largo se os ha hecho a quienes no pudísteis soportar en su momento que alguien venido de fuera de todo, de las estructuras de los partidos y contra los partidos pudiera suscitar una corriente de simpatía tanto por su proyecto como por su persona como por tantas cosas que pasaban en 2015 que han dejado de pasar y que contra todo pronóstico, consiguió ser la primera fuerza en unas elecciones municipales que a todos nos dejaron con la boca abierta. Desde entonces, se nos ha hecho corto. Sabíamos quienes estábamos por ella, desde siempre, que iba a enfrentarse a muchas cosas, cosas tremendas, cosas terribles, pero lo que no sabíamos, desconfiados que somos siempre la gente de izquierdas, era que iba a ser capaz de acometer una transformación real y completa de la política, para ponerla al servicio de la gente. Que eso haya durado ocho años, que el mandato haya durado muchos más años de los que han durado en otras partes, se ha debido a casualidades, a tenacidad, a inteligencia política y a capacidad de conectar con un tiempo y con un espacio social que ha llegado hasta casi, casi, provocar la pesadilla de quienes quieren que todo sea como siempre es y que, ay, lo consiguieron el pasado 28 de mayo. Contra Ada Colau muchos han vivido mucho mejor, pero vivirán mejor sin Ada Colau en la alcaldía, porque podrán hacerse o continuarse con políticas que Ada y su gente habían dejado arrumbadas para poner en marcha proyectos que han colocado a la ciudad de Barcelona como un modelo. Y no un modelo de Full Informatiu y autobombo de consumo doméstico y página pagada en diario, no, un modelo reconocido internacinalmente. Pero eso se ha acabado. Las elecciones no fueron bien y, pese al estupendo resultado después de todo tipo de ataques por tierra, mar, aire y en todo tipo de redes, con los poderes económicos y políticos de la ciudad con la mira puesta en la alcaldía de Barcelona como trofeo de caza fundamental de estas elecciones, se ha conseguido que el electorado se vuelque en un anticolauismo que no tiene parangón como forma de entender la política más que aquí. Puta Colau. La culpa de todo la tiene Ada Colau. Todos los días, a todas horas, en todas las portadas. Y sin embargo, Ada Colau y su equipo, siempre su equipo, han llevado adelante lo que otros solo anuncian en renders. Insisto, una política volcada precisamente en aquellos a los que no se ha escuchado nunca. Se ha intentado, se ha hecho, pero no se ha llegado más lejos. Con el tiempo, ahora mismo, lo único que sale es mostrar admiración hacia una figura política minusvalorada, menospreciada, ridiculizada, odiada, que siempre ha salido a flote. Siempre incluso cuando la han dado por muerta y enterrada. Siempre incluso, cuando se consideraba que ya no pintaba nada en la política catalana.
Así nos encontramos con un día de ayer en el que Ada Colau y Barcelona en Comú decidían. Una decisión no fácil, una decisión complicada pero con todo el sentido. Salvo para quienes solo saben ver a la derecha si se viste de rojigualda, no es lo mismo el PSC que Junts per Catalunya. No es lo mismo. El PSC puede y tiene todos y cada uno de los defectos de una organización completamente posibilista que no se mueve nunca contra el orden. Pero no es Junts per Catalunya. No es Trias. El PSC puede y es muchas cosas y lo saben quienes alcanzan con ellos acuerdos de gobernabilidad, partidos de todo signo y condición, pero, también, hay que saber dónde se ubican mayoritariamente sus votantes. Si eso no lo entendemos y no lo sabemos y no lo queremos ver o solo nos interesa cuando queremos hacer maniobras de sustitución, es otra cosa. Si lo que estamos es llorando por más puestos de trabajo, dinero poder dentro de la institución, es otra cosa. Pero dar apoyo al PSC, con todas las políticas que nos chirrían, nos ralentizan, nos entorpecen, y demás, no es dar apoyo a un gobierno municipal con Trias. No lo es. Y si es peor una cosa que la otra, entonces es que sí, soy un merluzo, pero prefiero ser un merluzo que votar a un tipo de derechas para que gobierne mi ciudad.
Así que Ada Colau y Barcelona en Comú sigue siendo decisiva en la política catalana, pese a todo y pese a muchos y muchas. Ahora tocará intentar, seguir intentando, recomponer una mayoría de izquierdas y seguir avanzando, ahora sin liderar, en algo que ha sido y que tendrá que volver a ser.
Ahora y siempre, Ada Colau Alcaldesa!
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