martes, 27 de febrero de 2024

Celacanto


Ni me gusta, ni me disgusta, pero conozco a gente a la que sí que le gusta. No me gusta el mar, en general, prácticamente nada relacionado con, salvo comer algo de pescado. El caso es que a unos amigos les gusta ahora lo de hacer inmersiones y nos convencieron para que les acompañáramos un fin de semana a un pueblo de la costa. Ellos harían sus cosas y yo me dedicaría a lo mío. Lo mío no suele tener que ver con la costa. Me llevé unos libros y quise leer, pero finalmente me dediqué a quedarme sentado en las terrazas de los bares costeros y allí esperar a que mis amigos terminaran de hacer sus cosas. Mi compañera quiso también introducirse en el mundillo y así las cosas, me quedaba solo buena parte de las mañanas, leyendo el diario, bebiendo aguas con gas y comiendo bikinis. Y mirando el móvil. Mirar el móvil me tiene consumido. Leo cosas. Miro cosas. Leo noticias pero lo utilizo también como la enciclopedia cuando era pequeño. Salto de un tema a otro, miro biografías, curiosidades, yo que sé. Una de esas mañanas, no sé cual, un señor se sentó a mi lado en la terraza. Me veía enfrascado mirando fotografías de algún grupo de los 70, cuando me dice 'esos vinieron a tocar aquí hace años'. Ah, muy bien. De hecho ese era un dato que ya conocía. 'Yo toqué con ellos'. Claro, le dije. 'Yo soy un celacanto'. Soy de esa clase de personas que no nos definimos por la curiosidad, precisamente. Ante mí se abría un abanico amplísimo de preguntas, de inquisiciones sobre la vida de alguien que parecía ser bastante interesante, podría parecer excéntrico, podría parecer raro, podría parecer extraño, pero seguro que tenía una vida detrás. Pero aguanté unos veinte segundos sin decir nada, me levanté y me fui. 

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