viernes, 26 de abril de 2024
Once upon a time
Había una vez, en un país muy lejano, otro país dentro de ese país en el que se vivía y se conducía por la derecha. Siempre y bajo cualquier circunstancia, se regían sus habitantes bajo una serie de preceptos que venían dados desde ese siempre que nadie sabe datar. Esos preceptos decían que habían sido traídos por un sabio llamado Fulón, desde un lugar que el mismo Fulón se negó siempre a aclarar. Así que en ese país dentro de otro país donde todo se hacía desde la derecha, sus habitantes vivían felices y perfectamente en consonancia con un orden y unas reglas. Pero, ay, siempre hay en todo grupo humano alguien que se descarría y busca respuestas por su cuenta a los problemas del mundo, sin pensar que, quizás, deteniéndose un poco y preguntando por si alguien antes ya se preocupó por lo que a él le conmueve, y así nos ahorraríamos tantos y tantos destrozos que se causan por ese motivo de creer que uno es capaz de. Y no, no lo somos. Esto ocurrió con una persona a la que llamaremos Malón, aunque este no era su verdadero nombre ya que su nombre ha sido borrado y maldito para siempre en el mundo y el universo entero por su maldad aberrante. Malón quiso saber e investigar de dónde vino Fulón y repasó y consultó y dedicó tiempo a saber y saber y así llegó a la impía conclusión de que Fulón no vino de ningún sitio, sino que siempre estuvo en ese país dentro de otro país y que, hecho aún más sorprendente, en realidad Fulón como Fulón, jamás existió. Imaginen la sandez y la tontería y el cuestionamiento por el cuestionamiento y la subversión de creencias y me dan unas ganas de coger al tal Malón y que se entere de una vez y mira que ya me sé el cuento y sé que muy sánamente se lo quitaron de en medio y que Malón en realidad, bueno, que no quieras saber tanto. Siempre por la derecha y ya.
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