La profesora Rokossovskaya había pasado mucho tiempo intentando sustraerse a la agitación que se vivía en su departamento a raíz de las manifestaciones del profesor Almayr en la revista 'Miradas científicas', en las que venía a decir que su teoría de la mirada ovoide podía aplicarse también a otros ámbitos del comportamiento humano y que estaba trabajando en una serie de textos que podrían comprender asuntos tan peliagudos como la religión, la ética, o la distribución de los factores de producción en una fábrica, por poner el caso. La profesora Rokossovskaya ya había tenido en alguna ocasión que lidiar contra el frenesí provocado por las afirmaciones de Almayr y la división entre partidarios y detractores de su fantástica teoría por la cual, la mirada del hombre, con una concentración precisa, podía sortear elementos diversos. Si hasta entonces se consideraba que el ojo era un simple receptor de luz y que en él se proyectaban las imágenes, Almayr había lanzado la idea de que el ojo podía dirigir esa luz en sentido inverso y dirigirse hacia donde quisiera, ovoidemente. Concentrándose, poniéndo en ello un esfuerzo titánico, podía lograrse.
La profesora Rokossovskaya consideraba estúpidas las teorías de Almayr. Consideraba estúpido a Almayr. Lo había conocido hacía años en un congreso en Uerdingen y Almayr se había empeñado en acercarse a ella para pelar la pava. Rokossovskaya no estaba para galanteos y mostraba un frío desdén hacia Almayr. Sin borderías, sin montar números, simplemente Rokossovskaya no hacía caso de las tontunas de Almayr, que se acercaba a ella, programaba gracias sin gracia, se hacía el simpático, hacía vocecitas, imitaba a los ponentes... hasta se hizo el sobón. Nada que ver con la imagen que hoy todos tenemos de Almayr, claro. Pero todos hemos sido jóvenes alguna vez. Y peor, todos hemos hecho el bobo para conseguir llamar la atención de la persona amada. Almayr no era menos. Pero Rokossovskaya no cayó en su red.
Pasó el tiempo y pese a que la vida había llevado al profesor Almayr a ser uno de los grandes gurús científicos de su tiempo, a Rokossovskaya sólo le venía a la cabeza aquel jovenzano tontuelo que intentaba hacerla reir. Así que llegado el momento en el que el Departamento de Ciencias de la Universidad de Sebastopol donde trabajaba tuvieron que decidir si apoyaban mediante un escrito las teorías de Almayr o las rechazaban, la profesora Rokossovskaya dijo que ella se encargaría de hacer el escrito con la postura consensuada de los miembros del Departamento. La carta que dirigió a la revista 'Miradas científicas', decía lo siguiente:
'Profesor Almayr, le ruego por favor que deje de intentar llamar mi atención. Ya estoy casada y con dos hijos. Uno de ellos está esperando incluso su primer hijo, mi primer nieto. Ya. Déjelo ya. ¿No ve que la gente se ríe?'
Y si cambiara lo de la mirada ovoide por mirada cuadrada? No es cuestión de arrojar la toalla después de haber llegado tan lejos. Igual le sirve la mitad de la investigación, por lo menos, pero adaptándolo todo a un cuadrado. O a un rombo. Qué tal la mirada romboidal?
ResponderEliminarEs que, pobre hombre, me da rabia siempre cuando uno lleva tantos años investigando y se lo derriban todo de un soplo.
Feliz día, monsieur
Bisous
y si no se reían, ahora lo harán... :)
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