miércoles, 21 de noviembre de 2012

Popota

Fue un día extraño ayer. Ayer fue el cumpleaños de mi madre. 64 añazos. Añetes. Como suele ocurrir en estos casos, mi madre apuntó una teoría que a poco tardar han de adoptar los científicos de todo el mundo como una posible solución a todo esto.
- Cumplir 50 años, una vez que cumples los 50 te quedas ahí.
- Pero entonces qué. ¿Cerillita y a arder?
- No. Te quedas en los cincuenta y que vayan pasando los años y tú te quedas igual. Cuando llegues a los 80 o 85 años, pues patapam. Y listos. Pero esto de irse haciendo vieja...
Bueno, no es mala. Me juego un barco de guerra a que ya hay algún laboratorio que está aprobando el asunto. ¿Qué le regalaron a mi madre? Colonia, unas botas (muy buenas, apuntó ella misma), más colonia, cremas y un fabuloso ramo de rosas que con diferencia (me apunto el tanto yo ahora) fue lo que más le gustó. Cena opípara en un local de los habituales y discusiones sobre narices de porra, sobre el futuro del socialismo como idea o como realidad, Llorente y su puta madre, o si el lacón estaba correoso y eso de correoso qué es.

Y Popota. Ayer se murió Popota. Popota era el gato de mi hermano. Un gato negro enorme, casi un tigre, como un elefante de grande. Llegó a su casa hace unos seis años, heredado de un amigo que se iba del país y repartió sus pertenencias entre los colegas. A mi hermano le tocó el gato. A mí me tocó un armario del Ikea, no me acordaba. Popota. Cuando llegó a su casa, mi hermano leía 'El maestro y Margarita' y le puso el nombre por eso. Ya entonces era enorme. Yo nunca tuve gatos, ni perros, ni nada, pero a mi hermano le gustaban mucho los animales y se quedó con el gato tan contento. Popota ya era mayor y el gatazo negro en su casa era todo un espectáculo. Qué elefante trepando por los sofás, por las mesas, rascando sillas, muebles. Y yo no lo sabía, nunca caí en la cuenta, de que cuando iba a casa de mi hermano, sin qué ni porqué, estornudaba mucho. 'Siempre estoy constipado'. Y no. No era que estaba constipado. Un día, una tarde, fui a su casa cuando vivía en Santa Madrona. Empecé a llorar. A estornudar. A llorar y estornudar. Incluso me costaba respirar. Era el gato. El pelo del gato. Por todas partes. Por entonces estaban Popota y la Sasha, que se escapó más tarde. Los gatos. Descubrí que le tengo alergia a los gatos. Bueno es saberlo. Popota ya me conocía y se acercaba a ronearse cuando me veía venir, a olerme, a sentarse cerca. Pero yo me alejaba, porque me ponía a morir. Mi hermano cuenta que cuando cogía la guitarra y se ponía a tocar, el gato venía y se le quedaba mirando. Popota. Qué enorme era. Mi hermano lo va a echar mucho de menos.

Fue un día extraño ayer. Íbamos tan contentos camino del metro, a despedir a mi hermano, nos lo habíamos pasado bien cenando, mi hermano parecía haber superado algo el trago de la muerte de Popota, y ya nos estábamos dando los besos de rigor, con mi madre con el ramo ramón en los brazos cuando... del metro surge un antiguo entrenador de fútbol de mi hermano. La última vez que lo vimos mi hermano y yo, estaba desesperado. Dos años en el paro. Ya no sabía que hacer. Ayer le vimos salir del metro y se nos cayó el alma a los pies. Era la imagen de la derrota. Nos saludó, decía que venía de trabajar, un contrato de un día. No quiso pararse a hablar más. Se fue. Mi hermano se fijó en que arrastraba los pies. Me fui a casa con el alma por los suelos. Era el cumpleaños de mi madre. Sentí mucho miedo.

Tómense un algo a la salud de Popota si pueden.

4 comentarios:

  1. Lo siento mucho, un gato muy lustroso. Nunca he visto gatos tan grandes como los de Bcn, enormes, debe ser el Mediterráneo.
    Si me permite retocar la teoría de su madre, esto debía parar a los 30 -como en Logan's run- y no a los 50. Los 50, deben ser tela.

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  2. Oh! ¡La Fuga de Logan! quina gran sèrie, yprh!! :)

    'el futuro del socialismo como idea o como realidad' Cap conclusió?

    I felicitats a la seva mare!

    bon dia!

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  3. Felicidades a tu madre por tener un hijo tan espabilado, por ese ramo de rosas. Una de cal y otra de arena. Popota al menos fue feliz y estuvo rodeado de cariño. Y mal lo del entrenador.
    Ver sufrimiento a tu alrededor. la felicidad se empaña.
    Un abrazo

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  4. Esta clase de días, tan ambiguos, son inquietantes. Felicidades a tu madre, "c'est la vie" para Popota y por el entrenador... que estamos todos en el mismo barco. Un saludo.

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