No fue nada sencillo reunir al Grupo de Pensamiento Avanzado 'Banda de Éfeso', para que organizasen unas Jornadas dedicadas a un tema concreto. El profesor Defrentis, que había sido hacía ya treinta años el instigador de aquella Banda de Éfeso primera, se encontraba flojo de ánimo debido a que su hija había decidido montar una tienda de ropa de diseño, abandonado investigaciones varias y se había ido a vivir además con un pinchadiscos suizo de esbelta figura. En este estado de 'es que no tengo ganas', poco entusiasmo podía demostrar en reunir al resto de profesores, doctores y pensadores que habían sido la vanguardia intelectual del país en unos tiempos en los que su tarea parecía destinada a no ser atendida ni entendida por nadie más que por aquellos que, precisamente, quisieran ahogarla.
Sin embargo, fue el profesor Juan del Tálamo el que cogió el testigo y se aplicó en la tarea de organizar esas jornadas, contactar con la Banda de Éfeso, y poner en marcha en colaboración con distintas entidades y el patrocinio de una Caja de Ahorros, las llamadas 'Primeras Jornadas de Pensamiento Racional Avanzado', a las que hoy nos estamos refiriendo en este espacio.
Acudieron los quince miembros todavía vivos de la primera Banda de Éfeso, los veinte miembros fundadores de su sucesora la 'Camada de Salónica' así como sus discípulos y alumnos. Fue, sin duda, un gran evento, que abrió el alcalde de la capital con un enardecido discurso en favor de la racionalidad, de la fuerza del pensamiento y de que a él le había gustado pensar siempre. Desde pequeño, abundó el alcalde. Y entonces, tomó la palabra el profesor Juan del Tálamo, al que algunos vieron algo abandonado en su aspecto exterior por estar mal afeitado y tener cerquillo oscuro en la camisa, para dar una primera alocución introductoria que inauguró y cerró las Jornadas:
- 'Entro ahora mismo, aquí subido en esta tarima, en una nebulosa de recuerdos. Recuerdos que me hacen viajar a aquellos años en los que yo, joven pensador, joven rebelde, joven al fin y al cabo, descubrí en el pensamiento del profesor Defrentis, un sentido para mi vida. Yo acostumbraba a pensar que pensaba. Que había pensado toda la vida, y con una intensidad que maravillaría incluso a nuestro amigo el señor alcalde. Pensaba y pensaba que mi pensamiento era de calidad. Que yo pensaba más i, perdón, y mejor que el resto de mis compañeros de especie. Que el proceso que seguía mi intelecto cuando analizaba un asunto, sin duda, estaba mejor estructurado, más organizado, y producía unos réditos más importantes en todos los aspectos que el de usted, por ejemplo, que me mira mientras se mesa el bigote nerviosamente. Yo pensaba que mi pensar era realmente, pensamiento. Pensamiento racional avanzado. Un pensamiento fuera de norma. Que yo pensaba y que al pensar, al pararme a pensar, sublimaba el acto mismo de pensar. Que convertía el trabajo mental en una maravilla que no podía ser entendida por el resto de seres, salvo por unos pocos como yo, que estaban localizados y a los que debía dirigirme. Sin embargo...
Sin embargo...
El profesor Defrentis, un día, sentado al sol, mientras miraba hacia la calle en la terraza del bar de la Facultad, me puso frente a una situación que me hizo plantearme realmente qué era qué. Llegué junto a él y le dije 'Hola, profesor Defrentis, buenos días. ¿En qué piensa?'. Y me contestó que 'no, en nada'.
El profesor Defrentis no estaba pensando en nada. Maravilla. Y terremoto interior. No estaba pensando en nada. Dosificaba su pensamiento. No lo malgastaba. Pensaba. Pero no siempre. A veces no pensaba. Interesante. Desde entonces, pienso, pero no insisto demasiado. Así, sin pensar, he venido esta mañana a estas Jornadas y ya aquí he notado un picor en la cabeza demasiado insistente. No me he aseado. He venido sin lavarme. Consecuencia. Causa. En fin. Tengo que pensarlo. No todo el rato. Creo que debo encontrar el momento.'
Se bajó del pequeño escenario y salió por la puerta. Discusión, propuestas, esquema. Etc.
Estupendo, monsieur, así se hace: pensar, pero no demasiado ni todo el tiempo. Usted sabe la de jaquecas y migrañas que ahora eso? Y qué me dice de la drástica reducción en el consumo de aspirinas, que luego son malas para otras cosas? Uno debería pensar martes, jueves y sábados, y descansar el resto. Ay, pero sábados por la noche no!
ResponderEliminarFeliz día, monsieur
Bisous
Veo que ha guardado y escaneado su tarjeta de visita.
ResponderEliminarVaya lío de pensamientos, pienso pero no pienso, aveces pienso en nada. Y no por pensar mejor se arregla nada. Ale a seguir dándole al coco.
ResponderEliminarUn abrazo