De 'Espantosas escenas en la vida de Quirino Barrantes', escrito por Benito Repojo Ostiz.
'¿Cuántas veces no hemos pretendido que la vida sea tal y como imaginamos? Es un deseo humano. Queremos que las cosas ocurran tal y como nuestra cabeza las diseña. Pensamos una cosa, deseamos hacer algo, que ese algo nos suceda y nos mejore y, ay, qué bien nos iría todo si todo eso fuera así. Ay. El deseo. Las ganas de que eso que hemos soñado se cumpla. Que pase. Por favor, que pase. Que suceda así. Que no vaya todo como va. Quirino Barrantes imaginaba una vida de mercenario, de matón de barrio, de tipo duro que se encargaba de resolver situaciones, casos, que amigos y conocidos le proponían. Ayúdame con este que no me paga. Ayúdame con este cabrón que me quiere quitar la novia. Ayúdame a averiguar quién se está quedando con... Su trabajo en aquella empresa le aburría de manera tal que comenzó a imaginar una vida al margen. Ya no volvía a casa a reunirse con Freda, que a su vez volvía de un interesante trabajo en la Universidad, si no que se quedaba en bares de la zona próxima a su trabajo, bebiendo y sobre todo ensoñando. No le hacía falta hablar con nadie, no precisaba en absoluto y de ninguna manera emborracharse salvajemente. Un par de vasos de vino, por matar el tiempo con algo en la mano y trazar en su cabeza una peripecia que le hacía visitar a una madame de un barrio lujoso para rescatar a la hija de un amigo que había sido captada. O bien jugar una partida de cartas con un par de rufianes que habían estafado a un amigo y recuperar su dinero. Quirino Barrantes no estaba loco. Podría haberse dedicado a la ficción novelada, a la escritura, pero no se veía con ánimo de continuidad. No quería trascender, quería evadirse. Pero a Freda todo eso no le importaba. Freda no estaba por la labor de que su marido decidiera largarse mentalmente del mundo y fingir que era otra persona, aunque la cosa no fuera demasiado grave. Cuando Quirino Barrantes volvía a su casa, bien entrada la madrugada, Freda intentaba hablar con él y animarle a que cambiase de trabajo, que emprendiera un nuevo proyecto, que hiciera algo, pero por dios, que no se volviera loco fingiendo algo en su cabeza. Quirino Barrantes se lo había confesado todo, no quería esconderse. Se imaginaba siendo un Philip Marlowe y le gustaba esa ficción. Tanto que no quería escapar de ella, de ninguna manera. Ser otro, imaginar que lo que pasa es lo que es. Aquella sobremesa, después de comer en casa de su prima Poli y, en el Bar-Café Luces, tras lo que sucedió con su sobrino lejano Jonás... había vuelto a las andadas. Entonces entró Áureo 'Eldorado'.'
¿Y cómo se imagina uno que lo que pasa es lo que es? Me gusta eso de creerse Philip Marlowe: tiene que ser más entretenido que creerse Napoleón. Pero yo creo que Barrantes no se le parece mucho, el pobre.
ResponderEliminarOiga, con tantos personajes me está volviendo algo tarumba. Tendré que ponerme un día y leer los capítulos seguidos en vez de andar así a saltos como voy ahora.
Feliz día
Bisous
Oiga, este escritor ¿es familia de María Ostiz?
ResponderEliminarfamilia vagamente retirada...;)
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