Más, más, continuamos con las 'Espantosas escenas en la vida de Quirino Barrantes', del escritor Benito Repojo Ostiz. Continuemos a ver...
'Quirino Barrantes mantuvo un diálogo interior con la voz. Esa voz de la que escapó en la ciudad y que le había costado su relación, su trabajo, su vida entera. Esa voz volvió a apoderarse de él. El espíritu del justiciero, del detective, del que resuelve el caso, ya no le asaltaba sólo para evadirse de la realidad. Se había quedado pegado a su consciencia y aparecía sin que él lo deseara. Claro, que una circunstancia como aquella, con su prima Poli detenida, el ricacho del pueblo asesinado, el misterio de la falsa hija Vera, todo lo relacionado con lo Boreal que le rodeaba... el niño Jonás... ¿Y el niño Jonás?
Quirino Barrantes se quedó dormido en el sofá y despertó a eso de las cuatro de la madrugada, muerto de frío. Se fue a la cama y pensó en el niño Jonás. No pudo dormir. ¿Quién era entonces ese crío? ¿Era un hijo digamos que ilegítimo de su prima Poli? ¿Por qué iba su prima Poli a tener un hijo ilegítimo? Era viuda, podía hacer con su vida lo que quisiera... ¿Y por qué inventar lo de su hija Vera? No entendía nada. Además, la imagen de la agente Galarreta interrogándole y buscándole el fallo, la insinuación de que hubiera tenido algo que ver en el asesinato de Kohlthenberg, le rondaban también por la cabeza.
Eran las seis de la mañana y ya no podía dormir. Se aseó y salió a la calle. A esa hora había algún bar abierto. El Frederico. El Frederico era un bar con muy poca gracia, muy poco lustre y muy poco todo, que sin embargo era uno de los bares más estimados de Villastanza de Llorera. ¿Por qué? Porque si. Sin más. De esos misterios que sí que merecen una investigación. El Frederico era un bar en el que todavía perduraban animales disecados, cazados por algún lugareño que los había donado a Federico Serantes, el dueño y fundador del bar, de edad sólo medible mediante procedimiento científico. Todavía había calendarios de mujeres desnudas. Todavía había un expositor de cintas de casette y de cd's con cantantes folclóricos y chistes. Todavía había un expositor con llaveros. Otro con mecheros. Con banderitas nacionales. Con una televisión en la que no se veía más que los dos canales de toda la vida. Un bar de antes, hoy, sin la molestia tampoco de haber sido decorado o adecentado de manera 'vintage'. No, era cutre, era feo, desagradable el Frederico en el trato. Y sin embargo... el bar siempre tenía público, siempre congregaba a gente muy fiel, cazadores, trabajadores que iban a la única fábrica ubicada en el pueblo, la Peransa, que fabricaba muebles con la madera de... madrugadores impenitentes que encontraban en el Frederico un espacio en el que nadie tenía que aparentar o justificarse. Bebidas fuertes, ambiente recio, humo de puritos cuando ya estaba prohibido. Quirino Barrantes nunca había entrado y nunca había pretendido entrar. Sin embargo, aquella madrugada, sintió el impulso de beber algo rancio, fuerte, que le colocase en la recta vía. La voz ya le dominaba. Vamos a mezclarnos con esta gente a ver qué sacamos en claro.
Y nada más entrar lo vio. En uno de los calendarios de una Hermandad de Cazadores o de Asociación de Romeros o lo que fuera, había una ilustración del Sagrado Niño Oculto de Getsemaní. Y ese niño, era el niño Jonás.'
Ay madre, ya lo hizo! Ya tuvo que entrar! La que se va a liar ahora. Monsieur, esto suena a secta esotérica.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous