jueves, 19 de febrero de 2015
Pídeme un cigarro
Entonces se pone a mi lado y me dice que le pida un cigarro. 'Pídeme un cigarro'. Que no lleva encima y que por favor a ver si le puedo pedir un cigarro. Y yo pienso, coño, pues pídetelo tú. Porque soy una persona que tiene un corazón que no le cabe en el pecho, pero también reconozco que bueno, bueno, todo el tiempo, no lo soy. A veces me sale la vena. 'Pídeme un cigarro'. Y yo no entiendo por qué tengo yo que ir a pedirle un cigarro a nadie. Y menos a ella. Se pone a mi lado todas las mañanas en el metro y me pide un cigarro. Como yo no tengo me susurra al oído 'Pídeme un cigarro'. Y yo no quiero pedirle un cigarro. Que no me da la gana. Estamos en el metro, no se puede fumar. Yo no fumo. No quiero fumar. No quiero tener nada que ver con el tabaco. Me molesta. Me repugna tanto, simplemente el hecho de decir la palabra cigarro. Cigarro. No cigarrillo, o un piti, o un... no. Un cigarro. Olor a cigarro. Olor a tabaco. Un cenicero con un dedo de agua y colillas flotando. El cigarro. Y se pone a mi lado y me susurra al oído 'Pídeme un cigarro'. Ella tiene las manos hechas polvo de fregar suelos. Huele a lejía. Se sienta a mi lado todas las mañanas y me susurra que le pida un cigarro. Ella fuma, porque cuando se murió mi padre empezó a fumar para recordarlo. Mi padre murió de repente, mientras volvía de la tienda. Había ido a comprar tabaco. Mi madre dice que murió de repente, esperando a que el semáforo cambiase de color. Iba con un paquete de fortuna en el bolsillo. Cayó fulminado en el suelo. Mi madre se hizo un lío y pensó que lo del paquete en el bolsillo era una señal para que lo recordara y desde entonces fuma. Y yo ya no vivo con ella y todas las mañanas, cuando voy al trabajo, en el metro, coincidimos. Yo no tengo nada contra mi madre, ni contra nadie, que tengo un corazón que no me cabe en el pecho, pero yo voy a trabajar a un despacho de la Avenida Tibidabo y voy vestido de punta en blanco y si me siento al lado de mi madre, que va a trabajar, pues se me coge el olor a lejía en la ropa. A lejía y a tabaco. 'Pídeme un cigarro'. Nunca lleva tabaco encima. Siempre tengo que irle a comprar tabaco. Ya no vivimos juntos. Yo me fui de casa hace unos años. Pero siempre coincidimos en el metro. 'Pídeme un cigarro'. Esta mañana ha vuelto a pasar. Se ha sentado a mi lado y me ha pedido un cigarro. Luego se acerca a mi oído y me susurra 'Pídeme un cigarro'. Esta vez, además me ha cogido la mano. Entre esto y el olor a lejía, he llegado al despacho medio llorando. Me ha ido de un pelo.
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Monsieur, advierto un importante toque depresivo y deprimente. Espero que sea únicamente literario.
ResponderEliminarFeliz día
Bisous
Pues no lo pida, no. Cada uno se haga cargo de sus drogas.
ResponderEliminarOiga, feliz año de la oveja!! Beeeee...
Ah, está bien la aclaración. No estaba segura de si refería a lo uno o lo otro.
ResponderEliminarPues me temo que no podrá ser. Tandui está tan lejos de Shanghái como Moscú de Bcn... Por sierto... le dio Puaj alguna vez aquella montura de gafas?
De madera no, de plástico. Las eligió ud. Marrones. Se las di a Puaj con el encargo de que se las diera a ud. Pero supongo, nunca se ven. Se las habrá quedao, aunque nunca se las he visto puestas.
ResponderEliminarY de esto hace ya, un año y pico o casi dos...
ResponderEliminarpfff. pues vaya con Puaj. vaya mangui!!! quiero mis gafas marrones!!
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