jueves, 6 de agosto de 2015

La mirada ovoide

De la Universidad de Burzhuagrad nos llega un trabajo realizado por el profesor Dorión Plegamanov, que relata un caso ciertamente interesante y que muchos consideramos que tiene que ver con la teoría de la Mirada Ovoide del profesor Almayr. Atentos.
'Quien no quiera verlo, que no lo vea. Pero yo lo estoy sintiendo de esta manera. Noto que la influencia de algo o alguien en mí, me está llevando por el camino... por un camino. Iba a decir que este era un camino de la amargura, haciendo caso al tópico, pero no es verdad. Quiero decir que algo, desde lejos, me está haciendo algo. En un principio pensé que era la televisión. Ni que decir tiene que los medios de comunicación ya están pensados para cubrir esta función, la de dirigir nuestro comportamiento, pero me ocurría en programas relacionados con cocina y bricolaje que, sin que yo tuviera el más mínimo interés en estos asuntos de nunca jamás, me veía obligado, en cuanto el protagonista de un programa de cocina cortaba cebolla o troceaba carne de ciervo, a hacer lo mismo. Sin dudarlo, acudía al mercado y consideraba que era bueno preparar esto o lo otro. Más grave era el bricolaje, ya que jamás se me ocurrió pensar en reparar un enchufe o colocar una tarima y ahí estaba yo, puliendo, barnizando, haciendo. Sólo por que algo en la tele me decía... yo me veía en la obligación de hacerlo. Esto es algo muy normal. Pero me resultó extraño que, incluso sin estar delante de la televisión, ese algo me seguía instando a hacer cosas. Un día, dejé de considerar la posibilidad de beber cerveza de manera sistemática. Sin más, pensé que beber cerveza, sin otro objeto que el de tener que beberla por que así estaba escrito que un adulto ya no pide refrescos o limonadas sino cerveza, ya no me satisfacía y dejé de hacerlo. Pedía aguas, gaseosas, incluso me aficioné al vino blanco. Y yo sabía que no era mi voluntad la que pedía hacer estas cosas, que era otra cosa. Un algo. No voy a hacer toda una enumerción de cosas extrañas que nunca hice, pero resalto hechos como cortarme el pelo con más frecuencia de la debida, por ejemplo. Algo pasaba. Me recluí en casa. Hice propósito de no tener contacto con nada ni con nadie, no veía la televisión, ni siquiera leía libros. Dejé de hacer mi trabajo previa petición expresa de excedencia temporal y estuve en mi casa sin más contacto humano, ni mediático ni nada de nada durante... tres días. Al cuarto día me ví en la necesidad imperiosa de ducharme, arreglarme un poco, ponerme una camiseta negra y salir a la calle. Sin más explicación que la de que algo, algo, me estaba llamando. Algo, una cosa, no sé el qué, algo y no era una voz, era una fuerza, una energía, no lo sé explicar. No lo sabía explicar. Me puse una ropa que me ponía pero que siempre dudaba de que me quedara bien. Me sentía bien. Me sentía muy bien y no sabía porqué, salí a la calle y me puse a caminar. No sabía porqué estaba caminando dando tumbos de un lado para otro, parecía estar buscando algo, o parecía estar dando rodeos para llegar a algún sitio. Llegué a la plaza Kudriavy y había un grupo de gente sentado y de pie discutiendo sobre algo. Una mujer del grupo me miró y sonrió. Estoy convencido de que no la conocía de nada'.

1 comentario:

  1. Hombre, claro, es que si lo conoce seguro que no se le ocurre sonreirle, porque mire que es raro el tipo.

    Feliz tarde

    Bisous

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