Del archivo de la policía científica de Sausalito, hemos conseguido extraer un fichero con el caso de un extraño asesinato del que no se supo cómo ni qué. Ahí lo dejamos:
'Ya lo decía el sargento Frederson, que tenía mucha experiencia en este tipo de casos, que la verdad, cuando no quiere salir a relucir, no sale. Por mucho que sea evidente, por muy increíblemente fácil que parezca ver lo que sucede, por muy claro que lo tengamos, aunque tengamos el muerto delante con un cartel que ponga 'me mató Tal', si es que no, es que no. En aquel domicilio todo parecía extrañamente en orden. Sus ocupantes habían sido encontrados muertos por herida de cuchillo en el patio de una casa casi en ruinas a las afueras de la ciudad, pero todo hacía presagiar que el asesinato había tenido que ocurrir en otro lugar. Por las heridas de consideración que presentaban por todas partes, el asesino se había ensañado con ganas. Había acuchillado a la pareja, los Thompson, unos jóvenes profesionales, abogado él y periodista ella, y se había recreado en apuñalarles de una manera absolutamente fuera de juicio. Tal era la saña y la escabechina que parecía imposible que el asesinato, si había tenido lugar en el domicilio de ambos, situado en Sausalito, no dejara huellas, ni nada. Sangre. Lo que fuera. Nada. La casa estaba perfecta. Tampoco presentaba muestras de haber sido limpiada a cociencia en tiempo reciente. Estaba normal. El teniente Olesski, encargado de la investigación, alburó que quizás el asesinato se había producido en la casa debido a que el asesino o asesina conocía a la pareja, les había intentado robar... algo. Sin embargo, que no hubiera por ninguna parte ningún indicio de robo en la casa, que las cuentas corrientes de ambos estuvieran intactas, que todo siguiera siendo normal, nos invitó a pensar que de robo, nada. La investigación se derivó entonces hacia algún tipo de crimen pasional, mas no hubo manera de relacionar a ninguno de los dos cadáveres con nadie de una manera concluyente. Eran unos santos. De su casa a su trabajo y de su trabajo a su casa. Ni familia ni amigos. A alguien, quizás al propio sargento Frederson, se le ocurrió buscar el cuchillo, el arma. No hubo manera de encontrarla. No hubo manera de saber qué había pasado. El lugar donde fueron encontrados, esa casa en ruinas en las afueras, había sido propiedad en un tiempo pasado de un músico de rock que había muerto víctima de las drogas hacía muchos años. Intentamos entonces relacionar la música con el asesinato, por si alguno de ellos había sido fan del músico y todo respondía a un acto de... Nada. Gregg Thompson, era un abogado que tenía en su armario la discografía completa de Dire Straits, y poca cosa más. Algo de Supertramp y todo lo que Phil Collins había editado en solitario. Xia Thompson escuchaba únicamente y pese a ser todavía una persona joven, discos de Barbra Streissand. Y bandas sonoras de películas. Ambos tenían sus discos señalados por colores, los de Gregg eran rojos, los de Xia eran verdes.
Ninguno de nuestros arranques investigadores, de nuestras líneas de investigación, condujo a nada. El caso, al cabo de un tiempo se archivó. El arma no se encontró. El lugar del crimen no se supo. El lugar donde se encontraron los cuerpos fue desbrozado y limpiado a cociencia. Se derrumbó la casa del rockero y se construyeron unos apartamentos.
Al cabo de unos años, otra nueva pareja fue hallada muerta en ese mismo lugar. En ese mismo sitio, con las mismas características. Nuevamente dos acuchillados. Los Pfegger, constructor él y ejecutiva de la Coca Cola, ella. El mismo proceso con los mismos resultados.
Una mañana, yendo hacia el despacho en la fiscalía, el detective Menéndez llamó desde la autopista. Estaba escuchando la radio cuando sonó una canción del rockero aquel. La canción se llamaba 'Nos matamos'. Pedía ayuda desperadamente, había empezado a apuñalarse él solo por las piernas y el vientre. Que debido a un fallo de cobertura la emisora se había borrado y a mitad de la canción se había dado cuenta de todo. Que llamásemos a un ambulancia, que no podía parar de...'.
Qué frenesí ponen algunos cuando tienen a mano un puñal. Seguro que no son así para todo.
ResponderEliminarMe gusta eso de separar los discos por colores. Orden y método, sí señor.
Feliz tarde
Bisous