Santa Coloma de Gramenet tiene un huevo de bares. Hubo un tiempo en que una de las cosas de las que alardeábamos los colominos ante los atónitos barceloneses o gentes llegadas de más allá del Besós o el Llobregat, era de tener el mayor número de bares por habitante de... no recuerdo el marco en el que nos medíamos. Éramos una ciudad de bares. Bares de abuelo, bares de noche, bares musicales, bares de tapeo, bares para dejarse morir de tristeza... seguimos teniendo muchos bares, algunos han cambiado de dueño y aún así mantienen su halo original, otros no existen más, otros... otros uno se pregunta porque no desaparecen de una vez.
El libro de Joan de la Vega se llama Bare Nostrum, como uno de los bares más legendarios de la ciudad. Era un bar y era sala de baile, por llamarlo de la forma más rancia posible. Se llamó Kaos, se llamó Bare Nostrum, se llamó Blue Monk, y se sigue llamando así aunque ya no tiene nada que ver. Allí me lo he pasado bien y me lo he pasado mal. De los 50 bares que retrata Joan de la Vega, creo haber estado en más de la mitad. De algunos de ellos tengo un recuerdo muy agradable, de otros tengo el recuerdo de haber ido siempre buscando algo que no estaba allí, que otros encontraban y que y no veía, no estaba. De haber vuelto de esos bares preguntándome porqué y pretendiendo hacer propósito de enmienda. No lo volveré a hacer más. Y volver. Y regresar a casa otra vez pensando qué hago yo allí, qué se me ha perdido, quiénes son esos con los que hablo, cuándo va a ser viernes otra vez.
Muchos de los bares de los que habla Joan de la Vega son bares de día, que también podían alargar la broma hasta ser bares de noche. Otros son pubs, otros son bares sólo nocturnos de ambiente patibulario, otros bares selectos, otros bares míticos que unos pocos recordaos como en sueños (el Pato), otros lugares que abandonamos hace tiempo jurando no volver y a los que regresamos con el rabo entre las piernas, otros, sitios que no hemos pisado en la vida (¿Noelia?). Digo hemos porque yo a los bares todavía no voy solo. De vez en cuando piso las Taninas en solitario, cierto, pero eso es muy ahora y no me gusta. A los bares se va con gente. Si vas solo, malas cartas. Solo, claro, si no tienes habilidades sociales que te permitan acoplarte con este y con aquel...
El otro día fui al Yesterday con el Edu. Antes era el Trece. No me gusta mucho ir al Yesterday. En la puerta, mientras estábamos fumando (salgo a fumar con la gente desde siempre), un hombre algo puesto ya nos preguntó cuánto valía una birra mientras se rascaba los bolsillos. Dos o tres euros, entró, y cuando llegamos de nuevo había pegado la hebra con un parroquiano sin mala pinta ni nada que bebía solo. Se abrazaron al cabo de un cuarto de hora. Le había pagado una cerveza.
La noche de Nochebuena, pasé por el Moreira, a eso de las nueve. Había gente en la barra. Tristeza infinita. A la mañana siguiente el Moreira abrió. Estaban los mismos. Por la noche tampoco se habían ido. Ir solo a los bares. Estar solo en cualquier parte.
El libro de Joan de la Vega recoge 50 acrósticos referentes a 50 bares de Santa Coloma. No tengo sensibilidad para la poesía, no la entiendo, me pierdo, no capto muchas de las referencias, de las metáforas. Creo que son cosas tan personales que el que la lleva la entiende. Me puede gustar cómo suena, alguna imagen, algo. Me gustan muchos de los 'poemas' que recoge el libro. Menuda crítica. Me gusta y no lo entiendo. No entiendo nada, pero me gusta algo. Este es el nivel.
Joan de la Vega habla desde la perspectiva, creo, del que va a los bares también buscando algo. A esos bares, donde hay gente, gente interesante, gente peligrosa, gente vaga, gente basta, gente enorme, gente atractiva, gente a la que te comerías viva si te dejaran, gente a la que te gustaría chupar y lamer hasta el último poro, gente que te aburre. El ser humano. No son los bares, es la gente. Joan de la Vega quiere querer a la gente, pero algo falla. En esos bares intentamos arreglar lo que no somos capaces de atacar en la vida real. Lo que pasa en los bares, se queda en los bares. Lo que pasa en el Línea, quizás se quede en el Línea también. Lo que pasaba en el Templo, igual.
Bares en los que nos sentimos como en casa (malas cartas), bares a los que nos llevan para ver si..., bares para conocer gente, bares para jugar a los dados, para jugar a los chinos, para beber y beber y beber, para volver a ver a la chica aquella que se parecía a alanis morrisette, para ver a aquellas chicas del insti que nunca te hablaban y que allí de repente, parecían simpáticas, seres humanos. Bares y gente a los que Joan de la Vega enmarca, ambientes, gentes y vidas en diez, ocho, cuatro versos. Eso no es fácil. Ir a los bares buscando algo que no vas a encontrar nunca, no es fácil.
Joan de la Vega tiene muchos libros escritos. Hay quien dice que es el mejor poeta de Santaco y quizás uno de los mejores poetas nacionales de ahora mismo. Tiene mi edad. Lo conozco, de vista, de hace tiempo. Jugaba a basket en la Manent, como algunos de mis colegas. Le entró una ventolera guevarista, decían, y se piró por ahí. Nunca he leído nada de él. De casi ningún poeta local. Desde hace un tiempo hablo algo más con él. O al menos hablo con él. Pero me ha quitado de amigo en el Facebook. No hago preguntas.
Solo me gustaría decir que, si yo tuviera la gracia suficiente para escribir rimando libremente o con imágenes que fueran más allá de la gracieta y el chascarrillo, me gustaría que fuera así.
Únicamente habiendo terminado el libro, descubrí que lo de los acrósticos era por que eran... acrósticos. Este el nivel, insisto. Así es el crítico.
Lo dejo así.
Pero qué dice!!! Si aquí siempre se ha dicho que es Logroño la ciudad de Europa que tiene mayor número de bares por habitante.
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