Vayan por delante dos cosas. Uno, Queens of the Stone Age, el grupo de Josh Homme, me gusta mucho. Quizás los últimos discos no me hagan demasiada gracia, pero solo por haber hecho el Songs For the Deaf y los dos anteriores a este, ya hay que tenerles un respeto. Dos, Iggy Pop es un mito.
Dicho esto, el estreno ayer de American Valhalla, solo puede juzgarse como un truño de dimensiones épicas. Un anuncio de esos de colonia de Hugo Boss, en el que alguien muy machote y muy sentido va diciendo frases del palo 'el tiempo pasa para todos', 'el desierto siempre está cambiando, ante tus ojos', '¿piensa para ti qué es el atardecer?'... cosas así. Cosas como muy profundas, cosas muy de hombre que siente que es importante y que hay una cámara que le está filmando y tiene que parecer duro, muy intenso, un rockero con un par, que tiene amigos que viven en un rancho, con barbas blancas y gafas de pasta. Amigos duros, que son duros, que han visto cosas, que huelen bien.
El documental trata sobre el disco que Iggy Pop ha hecho con Josh Homme y otros músicos tanto de Queens of The Stone Age como de otras bandas. Un disco con el que, nos cuenta el propio Iggy, quería que le tomaran en serio y apostó por Josh Homme para que le echara una mano.
Desde la primera escena, cuando se ve a Josh Homme llegando en una moto antigua a un rancho, se baja de la moto y se pasa un buen rato peinándose (se pasa la peli peinándose, tocándose la cabeza en plan... 'son tantas cosas en mi mente... '), uno tiene la sensación de que se le va a hacer largo.
El disco ya lo tienes escuchado, más o menos, no está mal, tampoco te lo vas a poner todo el rato. Iggy Pop es un mito, pero es un mito con muy pocos discos buenos. Con The Stooges tiene cosas achicharrantes y en vivo te mueres con él. En solitario, The Idiot es el disco. Lust For Life es la canción. Pero de eso hace mil años. Y da igual. Se le perdona.
Josh Homme en cambio, por decirlo de alguna manera, se ha vuelto un gilipollas. O ya lo era. Yo, que soy de Parménides, creo que no te vuelves nunca nada, sino que ya lo eras de antes. A veces florece, otras tarda en aparecer... pero siempre acaba uno siendo lo que es. Después de bajarse de la moto, Homme cuenta que la primera vez que hizo un concierto ante 4000 personas, cuando se duchó y salió otra vez y vio que no había nadie, entendió que el momento es efímero y que tienes que disfrutarlo. O algo así.
Recuerdo la primera vez que vimos a los Queens of the Stone Age. VEnían con el bajista loco, que se volvió loco y que empezó a tirar botellas de agua al público y ese fue su fin en la banda. Fue en el Razz 3, con unas 200 personas como mucho, creo. Fue un conciertazo. Pero debe ser de una época que a Josh Homme no le suena. Molaban tanto que creías haber encontrado un grupo de metal molón al fin para quedártelo. Pero el bajista loco se fue y fue creciendo el gilipollismo de Homme hasta sacar discos aburridos, con canciones flojísimas y esas ganas de ser tomado en serio que dan risa.
El docu, digo, narra cómo los dos músicos se conocen, empiezan a trabajar, de qué va cada canción, etc. No es aburrido, porque los momentos de Iggy molan, y también Iggy puede ser cargante con tanta frase demoledora de 'he vivido...', pero ahí está.
Josh Homme va leyendo un diario con lo que ha ido pasando. A veces no puede contener la emoción y parece que va a llorar. No llora, claro. Hay un momento en el que Iggy cuenta que le manda un paquete con cosas suyas para tocarle la patata y el otro ceda a producirle el disco. Lo que le envía es tan así que Josh y su mujer tienen que abrir el paquete juntos. Es tanta la emoción que ella tiene que llorar por él. Y Josh la ama por eso.
Mátame.
No sale una mujer hablando en todo el documental. Testosterona como para envasarla en tarros.
Se van a un rancho a grabar. Un tío que parece más de mentira que... uff, se me viene tanta gente a la cabeza. Un tío de mentira con sus barbas blancas y todos los complementos de 'tío de mentira' con su ropa comprada en la tienda de las ropas de mentira, cuenta que él hizo la comida de la banda y que el desierto cambia todos los días a cada rato y que la comida es fundamental y siente que es importante. Le dije a mi amigo que nos cocinara. Él cocinó. Estábamos en un rancho con gente con barbas blancas, cazadoras de cuero, moteros... El atardecer. Estás haciendo algo y está atardeciendo y sientes que dejar de hacerlo porque tienes que ver el atardecer. Y te tienes que preguntar ¿qué es para ti el atardecer? Me cago en mi vida.
Estuvimos en el desierto, cuando caminas por el desierto y sientes la tierra bajo tus pies... es... es qué.
El documental se estrenó ayer en el In-Edit, festival de documentales musicales. Grandioso cartel. Los músicos. Unas horas antes habíamos visto un docu sobre P.I.L. y Johnny Lydon. El ex sex pistol no acaba de caer mal del todo, pero no bien. Pero ahí está. No engaña o engaña lo justo o lo que tú quieras, pero le ves venir. Antes vi un docu sobre Conny Plank, productor alemán, que me encantó. Antes otro sobre la relación del punk y la música jamaicana que bueno. Los músicos y la música. No va a dejarme de gustar un grupo porque sean unos gilipollas o muy majos.
Pero lo de ayer no tiene nombre. Josh Homme, al final de la película, acaba un concierto, se quita la camiseta... un puto anuncio de colonia. El tiempo llega y se pasa y nosotros con el tiempo...
Al final del documental, la gente aplaude y todo está bien. Todo vale. Iggy canta sus canciones, Josh Homme se emociona porque está con Iggy, los músicos oyen la voz de Iggy y se ponen a llorar, Iggy ya ha colocado otro disco y a ver por dónde sale el sol mañana.
Cuando acaba la película, no tienes ganas de escuchar el disco de Iggy con esta gente, ni de escuchar a los Queens of the Stone Age, ni de nada. Y creo que si eso ocurre es que no ha ido bien la cosa. De lo que tienes ganas es, en cambio, de tener una voz profunda, medir un palmo más y dejarte tupé. Y esa mirada penetrante y profunda. Intensa.
Y de no morir atropellado por una bicicleta de reparto de Glovo, que van como locos.
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