Hacía... ni me acuerdo que no mirábamos el buzón y nos hemos encontrado con una gratísima sorpresa. Daniel Discepolo ha publicado una nueva colección de relatos bajo el título 'América', que nos ha parecido francamente interesante. Compartimos aquí el texto 'Ohio', delicioso.
'Johannes Maria Albertas trabajó duramente durante su infancia y juventud en Finlandia hasta que consiguió el dinero suficiente para salir de su país. Nacido en un pueblo pequeño junto a Turku, no hizo mucho caso de las vicisitudes políticas de su tiempo, que pasaron por su vida como los rayos de sol y los rayos de luna, que sabes que están pero no te das cuenta. Ni la primera guerra mundial, ni la revolución, ni la contrarrevolución, ni la independencia, ni la no independencia, hicieron mella en su verdadero afán que no era otro que salir de Finlandia. Así, cuando tuvo 19 años recién cumplidos y con todo el dinero ganado escondido debajo de un colchón de la casa que compartía con su padre y su hermano Robertas -su madre Ekka falleció cuando tuvo a su segundo hijo-, dejó una nota encima de la mesa avisándoles de que se marchaba. A América. Y partió en un buque inglés que hacía el recorrido entre Helsinki y Londres para de ahí partir para los Estados Unidos. Los motivos por los que escogió marchar a Estados Unidos y no a otro lugar, no nos han sido revelados. Llegó al puerto de Boston un 17 de marzo de 1922 e intentó conectar con la colonia escandinava de la ciudad. No llegó a establecer contacto duradero con nadie más que con un sueco llamado Nils que trabajaba en una cervecería y soñaba con ser policía. Tras varias conversaciones, ambos planearon viajar al interior del país, a Ohio, para trabajar en alguna granja y hacer algo de dinero que les permitiera comprar sus propios terrenos. Nils no viajó con Albertas, que americanizó su nombre para llamarse John Albert. Albert se trasladó a Ohio y, efectivamente, consiguió su sueño de ser propietario de unas tierras, se casó con una americana de origen sueco llamada Margaret Larsson y tuvieron una hija, Echo.
Por su parte, Jon Arrospide nació en un caserío cerca de Lekeitio y se dedicó al pastoreo como su padre y como su abuelo. La familia Arrospide era una de las más importantes de la zona, con los rebaños más nutridos, las ovejas más fuertes y productivas. Sin embargo, su padre, Carlos Arrospide, lo apartó del campo y lo puso a estudiar. En principio su objetivo era el de hacer de él un hombre leído capaz de expandir el negocio. Lo que ocurrió es que Jon Arrospide, cuando marchó a estudiar a San Sebastián, estudió Leyes y a la edad de 19 años entró a trabajar como ayudante en un despacho, el de López de Eguilaz, de los más prestigiosos. Corrían los años de la Primera Guerra mundial y por un asunto de correspondencia y negocios entre metalúrgicos vascos y norteamericanos, Arrospide fue destinado a una oficina que el despacho de López de Eguilaz abrió en Nueva York. La metalurgia norteamericana se desarrolló en esos años de manera salvaje y era Pittsburg la ciudad más pujante en este aspecto. Sin embargo, a Arrospide no le convenció la jugada y se comunicó con San Sebastián y les dijo que, a la edad de 24 años su intención era establecerse por su cuenta. Y se fue a Cleveland, Ohio, quizás movido por las voces que le hablaban de unos pastores vascos que corrían por esos terrenos. No sabemos si alguna vez llegó a contactar con alguno de ellos. Se estableci´en Cleveland y montó su propio despacho, como tenía ideado, el Arrows Buffet. John Arrows, como comenzó a llamarse, conoció a una política local, la señorita Eunice Bernstein y se casaron. Tuvieron un hijo, al que llamaron Echo.
Ambos Echo se cruzaron un día abril de 1946 en la Universidad de Chicago mientras estudiaban Ciencias económicas. Comenzaron una relación. No vivieron en Ohio como sus padres.'
No hay comentarios:
Publicar un comentario