La Grande Belleza empieza, si no recuerdo mal, con un turista palmando de un infarto cerca de donde está tomada esta foto. Si no me equivoco, en el Gianicolo. Puedo estar equivocado. A este punto de Roma, uno no sé si llega adrede. Nosotros llegamos por que nos perdimos. De las pocas veces.
Roma. Ciudad eterna. Los romanos, la Roma, la Lazio, la Grande Bellezza, la Dolce Vita, Ocho y medio, disco 80. No sé la de excusas que he puesto a lo largo de mi vida para no tener que ir a Italia. Os las ahorro. No me hace gracia seguir un tour turístico, No me hace gracia hacer colas para ver cosas. Yo quiero andar, ir, encontrarme cosas, pararme a tomarme una birra, descubrir otras cosas. Ese plan siempre he pensado que no cuadra con nadie. Que lo normal es reservar con antelación para ir al Coliseo, al Foro, al Vaticano. Y yo no quiero. Y esa, entre otras mil excusas, me han mantenido alejado de Italia entera y de buena parte del mundo. Además, soy pobre como una rata. Y entre unas cosas y otras, viajar no es algo común. Sin embargo, el gran empeño de mi compañera y que ya está bien y que va, joder, finalmente me han llevado a Roma. Y es un regalo que uno no sabe cómo devolver.
Roma. Las circunstancias o la tradicional imprevisión llevada al límite hacen que ni me preocupe por saber si Javier Reverte tiene su libro sobre Roma. Lo tiene. Me leo en el avión algo, sumado a otro poco, que hacen 120 páginas. Con eso voy tirando. No he mirado casi nada de la guía Lonely Planet. Pero algo es algo. Entre los dos haremos algo. Hace calor. Mucho calor. Llegamos tempranito y vamos tirando. Hay un plan inicial. Coliseo y Foro. Veremos.
Me gusta callejear. Me gusta entrar en Iglesias. Me gusta perder el tiempo. Pero me gusta también no perderme nada. No es contradictorio. Mirando el mapa, ves que una cosa está cerca de la otra y vas haciendo, y haciendo, y haciendo. Y cuando te das cuenta, entras en una iglesia y te mareas, porque estás muerto. Y sales y dices, qué plaza, y miras el mapa... y al lado está aquella otra plaza de la que te hablaron... y vas. Y así. Tres días. Coliseo y Foro. Vueltas, sobre vueltas, sobre vueltas. Una vuelta al Coliseo esquivando guías. Casi hay más guías que turistas y no es una manera de exagerar. Es impresionante el Coliseo, desde fuera. Soy un cutre, se da uno cuenta de estas cosas tarde, pero lo llevo con humor. Vamos al Foro, que es gratis. El Foro, las ruinas de la antigua... hay cola, no hay cola, porque hay un camino... y nos vamos por un camino y subimos al monte Palatino para no ver nada. Y bajamos. Y uno se ríe. Y se hace fotos sin hacer nada. Primera mañana sin ver nada, pero haciendo cosas y sacando fotos. Viendo cosas, aunque sea desde fuera. No sé la gente que está dentro del Foro si está entendiendo algo. A mil grados. Con la satisfacción del deber cumplido, nos vamos a dar una vuelta por ahí. Por darla. Una cervecita. Aquí, aquí, aquí. No, aquí. Siete pavos por una caña. Pero nos sabe a gloria.
Roma. La chica que regenta el hotel nos da un mapa en papel, y con ese mapa tiramos los tres días casi sin necesidad de otras guías o del maldito google maps. Roma, todo parece que está cerca. No parece muy grande. Pero hay tantas cosas. Todas las plazas, Navona, España, Trevi, Pietra, Campo dei Fiori, Popolo, Venezia, San Eustachio, no sé. Me dejo mil. Pero hemos estado en todas. O casi todas. Di una. Hemos estado. Fotos. Saco muchas fotos, pienso en publicarlas en Instagram. No he publicado ninguna. Regalos. No preguntéis, no os he comprado nada. La duda, el no decidirse, el no querer más magneto... la camiseta cutre de la Roma con el nombre de Totti, ni eso. Ni siquiera la broma de la camiseta de la Lazio. Nadie es de la Lazio.
Roma. Cantidad de gente. El Trastevere. Como si fuera el Santo Grial, vamos al Trastevere, que es la zona... de comer y de beber y salir así un poco... es un río de peña, gente y gente. Pero qué ambientazo. Uno de los días coincidimos con un concierto al lado de la iglesia, una especie de fiesta de la comunidad de San Egidio, juventud por la paz. El día que vamos a Plaza Navona, nos encontramos con unos curas jovencitos y chicas también jóvenes captando peña, con cruces, 'tengo tiempo para escucharte'. En la iglesia, tocan la guitarra.
Iglesias. Me mareo. Me mareo de mirar arriba. Santa Maria de la Vittoria, al lado de casa, el orgasmo de Santa Teresa entre tabiques. No ando fino. En las iglesias. Hay una iglesia como sin fachada, la de los Ángeles y los Mártires. Entras y flipas. Es enorme, amplia, bestial. Está en las Termas de Diocleciano. Cuando acaba la misa empieza un concierto del organista. Hay que quedarse. El tiempo que haga falta. Salimos. Queremos ver un museo, uno al menos. Está delante pero damos una vuelta. Bustos, caras, mil caras, mil bustos, estatuas. La estatua del Ermafrodito. Tremenda. La de Artemis, las de... Todas. Mil fotos. Bustos, caras, romanos y romanas. Pinturas. Unas pinturas en la pared que si te fijas, si te fijas mucho, te dan mucho que pensar. Estos no eran... estos son. No son antiguos, son de ahora. Caras, trazos, líneas, más allá de Tim Burton. Son casi dos horas o más de visita que cunden mucho.
Cervezas. Peroni, Moretti. El café San Eustachio, cuatro pavos. Las cervezas, todo, te cobran lo que les sale de las pelotas. Siempre. Cenar en el Trastevere. Hemos cruzado todos los puentes varias veces. Hemos bajado a los márgenes del río. Hemos visto casi todo. Hemos caminado y caminado y nos hemos tomado las cervezas necesarias. Y vino de frasca, como dice Reverte. Y me compré unas bermudas, al fin, en las rebajas de Benetton. Mi bolsa de viaje Jean Paul Gaultier y mis bermudas Benetton. Me quedo con las ganas de ir a la tienda Sergio Tacchini. Total para nada, para no comprar nada. No os he traído nada. Fotos de Albero Sordi comiendo spaguettis.
No hemos visto nada de la movida, no hemos visitado a ningún colectivo, no hemos ido a la Fundación Gramsci, nos hemos tomado una birra en Via Veneto y hemos preguntado el precio para que no se diga.
Y en cada plaza algo. En cada plaza un edificio brutal. Y manzanas enteras que son palacios. Y estatuas y no hacerles caso a las estatuas que hizo Mussolini. Y buscar al Boca de la Verdad, perdernos, y encontrar mil cosas, teatros, sinagogas, ruinas. Una cerveza más por favor que nos la merecemos. Y sentarnos en las mesas del restaurante Antonio por casualidad y resulta que está cerrado y no enterarnos. Y en cada plaza algo. Y una ruina. Y el nombre de una calle. Y sacar el mapa, dobladito. Qué voy a hacer ahora sin un mapa en el bolsillo. Y litronear mientras los de San Egidio están en su movida. Y esa pareja cenando en Carlo Menta del Trastevere que es un sitio de batalla que él ni quiere ni entiende y ella intenta todo el rato, pero él pasa de todo y no quiere estar ahí y piensas, se acaban de conocer y es un viaje de esos de a ver qué tal. Y muchos españoles. Y mucha gente. Y el restaurante Antico Moro, con esa pareja de kanis romanos mirando a todas las pavas como si las fueran a... y todo estaba tan bueno. Y luego no había manera de bajarlo. Y qué hambre por todas partes y qué sed.
Y volver en autobús, destrozado de andar, y no pagar porque nadie paga. Y caminar y caminar y seguir caminando y viendo tiendas y viendo gente y tomando café en el atelier de Canova y la casa Museo de Keats y leer versos del Endymion y segir caminando. Y la fontana di Trevi, llena, pero llena, pero llena llena, pero qué vas a hacer. La tienes que ver, porque con ese calor y esa gente y parece que refresca. Es raro.
Y las últimas fotos en los puentes. Y no mirar mucho el libr oporque nos hemos dejado muchas coss. Pero hemos visto todo. Todas las iglesias. La del Gesú, no os lo he dicho, está enterrado San Ignacio de Loyola, y da miedo. Porque sientes el poder. El terror. Y otras iglesias, la de Supra Minerva, la de... cómo eran. Estoy empezando a olvidarlas. Italia.
Y ni idea de italiano. No se dice Bagno. El bar lleno de policías, dos cervezas y ver pasar gente, con las camareras que sabes que te están tomando el pelo. Dónde está el Bagno. Catacumbas en el piso de arriba. Pedales en los lavabos. Y perdiéndonos saliendo fuera del mapa. Caminando huyendo de plaza San Pedro, al borde, y huyendo hacia arriba y perdiéndonos por un bosque y esto ya no sale ni en el mapa. Y te encuentras a un runner y a una pareja de guiris y les preguntas y no sabes qué te han contestado. Y confías en que habrá un camino. Y encuentras Vía Garibaldi y vuelves a bajar. Y en la Pizzería un notas cuenta que ha estado en la cárcel. Al menos eso parece. Y te encuentras a mendigos que ya viste el día anterior.
Y me estoy dejando muchas cosas.
Y llegas al Belvedere y dices, estaba de Dios llegar aquí. Y sacas la foto. Y no es la mejor foto. Y yo no sé cómo estaréis vosotros pero yo estoy cansadísimo. No pienso andar jamás.
Y merece mucho la pena. No me hagan caso cuando diga que no. Volver conmigo a Italia. Ya lo tengo casi todo visto. Hasta el Aeropuerto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario