Seguimos en estado de completa y traslúcida felicidad, instalados en una nube que nos hace flotar un imperceptible centímetro por encima del suelo y que se agranda, se convierten en dos insuperables centímetros, cada vez que alguien, ya da igual el signo político que alumbre su comentario, nos indica que no hay motivos para estar tan contento.
Hay que estar contento únicamente por el motivo siguiente: hay quien está enfadado. Ya no triste. El estado de tristeza en política solo nos llega a nosotros cuando nos van mal dadas. A los demás les enfada y se revuelven. Nosotros simplemente entramos en un estado de tristeza indefinible. Pero ahora no. Todavía.
Tenemos mil motivos para estar contentos. Millones de motivos para estar contentos. Todos los días son históricos. Hoy, escuchando las tomas de posesión de los nuevos ministros y ministras de Unidas Podemos supongo que a más de uno se le ha venido el mundo encima cuando han escuchado lo de 'lealtad al rey' y se han despertado de nuevo las sonrisas displicentes que, acostumbrados a fusilar reyes y políticas de derechas a diestro y siniestro, consideran que lo nuestro es definitivamente una nueva traición y un apuntalamiento del régimen. No voy a entrar más en eso.
Solo recomendaré escuchar los discursos de Irene Montero y de Yolanda Díaz en sus respectivos ministerios para que se entienda de dónde se viene y a dónde se quiere ir.
Me parece que no escribir sobre esto en estos días es como no darle la importancia que tiene todo. Tiene una importancia tremenda. Aunque ahora todo sean 'doradas de píldora' hacia un PCE ejemplar que en la Transición blablablabla, lo del 78 no se apuntala ya de ninguna manera. Lo del 78 fue una derrota, por asumir demasiado tarde que las fuerzas eran las que eran y que el país era otro al que esas personas mayores, viejos luchadores, que no conocían el país, quisieron desembarcar.
Hoy, esos cuatro ministros de Unidas Podemos (a Manuel Castells, lo consideraremos un compañero de viaje), simplemente por edad, por generación, representan y conocen el país más que aquellos dirigentes que pensaron una cosa que era otra. Y que cuando se pusieron, ya era tarde.
En fin. El pasado.
El futuro. El presente. Qué nos espera. Nos espera estar muy contentos y trabajar en exteriorizar al máximo esta alegría irrefrenable porque, por primera vez en un país como el nuestro, hemos colado el gol involuntario o perfectamente trabajado, según se mire y creo que de las dos cosas hay, de tener que incluir ministros de otros partidos y más aún de partidos como los nuestros. Útiles y simpáticos cuando no damos un ruido pero ya veremos qué majos somos como se nos ocurra tocar algo y sería una auténtica pena que no lo intentáramos al menos.
Así que eso. Posesión infernal. Los demonios rojos en un Gobierno. Haciendo gala de moderación, buenos modales y mirando con cara de 'tu cara de rabia, me alimenta' a quien nos acusa de menchevismo cuando no hay un bolchevique ni que lo construyas con una impresora virtual.
En fin.
Que el infierno debe ser una cosa muy parecido a lo que nos espera, pero mejor encarar el futuro con la mejor cara de felicidad que tengamos, porque ya nos pondremos tristes cuando nos toque. Pero que nos pongan tristes otros, no nosotros por lo menos durante un tiempo. Que en eso también somos únicos.
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