¿Salimos de casa a comprar? Pasando. Con lo a gusto que se está aquí, en casa. Un día más. Teletrabajo intentando abstraerse al tiruliru de los whatssaps y de los telegrams, un día más. Un día más esforzándonos por no caer en la vorágine de twitter y sus batallas. Batallas para dilucidar si estamos en condiciones de implementar un estado socialista o bien tenemos que conformarnos con difundir mensajes que nos tranquilizan y nos reconcilian con la verdadera razón de nuestro existir que no es otra que la de parecer algo que no somos ni hemos sido jamás. Estamos encerrados, hay un virus galopante, hay gente que está cayendo, se están produciendo despidos y ertes y se está viniendo finalmente esa crisis y ese shock que nos estaban contando y a ver qué. Todo el drama consiste en contar a la gente por la calle, demostrar que hay gente en los metros, que este Gobierno no vale para nada, que nosotros lo haríamos mejor, que todo siempre es mejor si lo pensamos nosotros. Me cabrea. Me cabrea enormemente que no tengamos ni idea. No tenemos ni idea, así en general. Nos esforzamos en atender las explicaciones del primero que llega y pensamos que la gente con traje, con uniforme, con bata blanca, no tienen ni idea, o bien lo contrario. Y me cabrea. Me cabrea no tener ni puta idea de nada. Me cabrea la gente que lo sabe todo. Me enerva la gente que lo tiene todo claro y que muestra adhesión inquebrantable a lo que le digan o bien a la esperanza candorosa o al reniego inmisericorde. Me cabrea no tener ni idea. Me cabrea no saber. Me cabrea que empiecen a pasar cosas y que las demos por sentadas y que le pidamos responsabilidades a, precisamente, quien sabemos que más está poniendo de su parte para que esto fuera de otra manera. Pero no, leña.
Foto desde otra perspectiva. No he salido ni a la terraza. Creo que me he asomado a las seis de la tarde o así. Desde otra perspectiva. Ayer quisimos hacer masa de pizza. Sacamos la harina, sospechamos, la amasamos, la dejamos reposar y la tiramos justo cuando comenzaba el proceso de estiramiento de la masa. Estaba mal. Y así van pasando los días. O el día. ¿Es la mejor idea ver el documental de la Naomi Klein sobre la doctrina de shock cuando las cosas del comer empiezan a peligrar? No no es la mejor idea. Pero ya tendremos tiempo de pensar en cosas divertidas, si tenemos quince días. O más.
No hay que pensar. Es el sueño de nuestra vida. No hay que pensar. Todo el día en casa, con el internet, el móvil en la mano, etc.
¿Se van a tomar medidas o no? ¿Va a pasar algo? ¿Algo más? Leo que el Boris Johnson ha previsto nada para hacer nada y angelitos al cielo y chocolate a la barriga. Y la gente británica ni quema cosas ni va a Downing Street a hacer cosas ni nada. Y aquí vamos vigilando con lupa las fotos de un metro. No leo nada sobre Rusia, por ejemplo. ¿Alguien sabe algo sobre Rusia?
No sé. La verdad es que es un tiempo entre de descreimiento, de que se nos viene encima algo peor que una crisis sanitaria, que no tenemos ni idea de cómo vamos a salir de esta si en estos primeros días se empiezan a tomar decisiones de carácter económico y social de pan mascado. Sigo con el papel de plata en la cabeza. Si en China han dicho que la producción industrial ha bajado un 13 por ciento, si eso ocurre por aquí, me temo que esto va a ser un abismo. ¿Y qué alternativa tenemos?
Dicen que en los supermercados hay toda la verdura que quieras. Y fruta. Vamos a tomarnos todo esto en serio o en broma o algo.
El nostre president también ha pillado el virus. Por el momento no conozco a nadie cercano que lo haya cogido. Solo políticos y futbolistas. La información en televisión sigue estable. El mundo y los deportes. Los deportes, pese a que no ocurra nada, siguen protagonizando su propia sección. El presidente argentino dice que lo más así es que el fútbol no pare y que lo vea la gente y que se distraiga, aunque no haya público en los estadios.
Otro día más. He intentado trabajar, casi como todos los días. Hemos hecho puré de patatas para comer. No hemos escuchado música y hemos visto las noticias. Hoy es día de labor.
No sé si me va a costar dormir mucho o poco. Duermo como un ceporro. Me levanto a mi hora, voy al lavabo, etc. Pero el futuro empieza a parecerse a la puta mierda que iba a ser. No nos pongamos en lo peor, pero vamos a tener que pintar mucho arco iris para que su influjo mágico consiga cambiar la ola.
Deberíamos enviar un mensaje de solidaridad. Ayer salí al balcón a aplaudir. Hoy entre una cosa y otra (¿?) cuando he salido ya se había acabado.
No tengo muy claro lo de Madrid con las pizzas y lo de la Seat con el ERTE. Nos conmueven más, como siempre, las cosas simbólicas como lo de la Mercedes. Ya nos queda solo eso.
Nos lo estamos tomando en serio.
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