Desde los inmemoriales tiempos de la EGB, digo más, ni siquiera en el parvulito he sentido ningún interés por los trabajos manuales. No me interesan. Si ayer fui captado para una maniobra de barnizado, hoy no he sido requerido para servir de ayuda en una intervención artística sobre banqueta del Ikea. Otro día más. Un día menos. Consiste en poner recortes de periódicos o de Un El País Semanal que tenía ahí guardado yo del 2010 y que seguro que era importante pero ya no y pegarlos con cola. Al menos eso he llegado a comprender.
Por el momento yo me voy dedicando a leer el libro del Michel Houllebecq, El mapa y el territorio, que por el momento ni bien ni mal. Con algunos tics y algunas cosas que denotan que el autor agradable no es. Y vamos avanzando poco a poco. Algo en la contraportada habla de una novela negra, o que contiene trazas de novela negra, no he visto todavía dónde.
He visto un documental sobre la vida de Miles Davis. El trompetista de jazz. No me caía bien cuando estaba vivo, me parecía un estrafalario que no sé qué tenía de loable, no entendía la música y punto. El documental habla de una persona difícil y con graves problemas de adicciones varias y de trato con los seres humanos. Unas cosas llevan a las otras. Y con talento para la música y para querer estar siempre 'a la última' y ser parte de 'eso último'. Le he dicho a mi hermano que no sé si me han dado ganas de escuchar algo de Miles Davis. Tiene algún disco que me gustaría investigar. Pero me da como cosa.
Refresca. Es bueno para que la gente no salga. Hoy no he visto nada otra vez, ni comparecencias, ni discursos, ni nada. Una entrevista a una doctora en tv3 en la que no ha dicho la doctora lo que la periodista quería que dijera, no ha parado. Y ya está. Hoy leer. Y que se fuera el dolor de cuello. No es de cuello, ya es como de la parte de arriba de lo que es... la parte de abajo del...
Hace frío. No apetece salir ni a la teraza a pipear a ver quién va o quién viene. No sé cómo está el mundo. No sé si hay gente que se salta la cuarentena o no. No sé si merece la pena saber tanto. Saber demasiado.
Saber mucho, decir mucho, estar todo el rato diciendo cosas. Cosas interesantes. Hacer cosas interesantes. Hoy no.
Otra noticia mala, otra noticia peor. Noticias que llegan, que te hacen coger dolor de barriga, que convierten a todas las peleas y a todas las discusiones en gilipolleces. En gilipolleces en las que vuelves a recaer. Y recaes. Y son otros dolores de barriga.
Y mientras vienen nuevas vidas, otras están a punto de llegar, tenemos que pelear porque los que están se queden. Aunque no se tengan ganas y cueste. Pero hay que ayudar.
No sé. Pelear, remar, cosas que indican esfuerzo. Luchar, combatir. No soy de nada de eso. Me dan alergia quienes pelean y reman y combaten. No. Sobre todo los que dicen que lo hacen.
No se trata de nada de eso, se trata de estar ahí. Y llevarlo con humor.
Cada vez se me ocurren menos cosas que decir. Porque cada vez hay más cosas que contar. Y no vas a estar cagándote en Dios cada párrafo. No puede ser.
Llevo todo el día pensando sinceramente que era miércoles. Pero del tirón. Y no es miércoles. Que es martes.
Se nos echa el tiempo encima.
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