Para elegir la foto que ilustre el texto ya he tenido un dilema. Poner una foto del Shane MacGowan actual, absolutamente hecho polvo o poner una foto de Shane MacGowan en todo su esplendor. Una foto negaría a la otra, una foto de Shane MacGowan hecho polvo sería como aleccionadora, moralista, mirad cómo se acaba si se porta uno como él. Y la foto de él joven podría decir que nos negamos a reconocer que todo su talento, toda su gracia, todo su todo, le ha dejado en silla de ruedas y con una vida que se aleja de la de sus propios héroes, esos irlandeses borrachos y talentosos que vivieron y pasaron como cometas mientras él se va apagando ahí, ante nuestros ojos, y nosotros nos quedamos con la imagen del punk zumbado porque nadie quiere ver al decrépito Shane.
La vida de Shane MacGowan en un documental promovido por Johnny Depp, que aparece en el documental como uno de los entrevistadores del cantante. Dirigido por Julian Temple, que es toda una garantía para esto de los documentales musicales. Un Johnny Depp que, como digo, aparece en el documental haciendo algunas preguntas y en plan colegueo, pero que no cae especialmente bien. De hecho, el propio Shane MacGowan, y aquí igual me estoy pasando y no soy consciente de cómo está, no cae tampoco realmente bien, más allá de la situación en la que se encuentra. En fin. Este es mi baremo, me cae bien o no me cae bien.
El documental cuenta la vida de Shane MacGowan, desde su nacimiento en Irlanda, su vida campestre, su relación con el folclore y las costumbres irlandesas, su paso a Londres, su relación con sus padres que también tienen un documental, su desubicación, el inicio del camino de la autodestrucción o el de no encontrar salida a una real desubicación de tiempo, espacio y lugar, su hallazgo del punk como forma de expresión, nueva desubicación post punk y hallazgo de la recuperación y adaptación de lo tradicional como forma de expresión también punk, éxito, mucho éxito, ida de pelota, no retorno y cuesta abajo.
Todo esto con la música de The Pogues principalmente como banda sonora, así como de las bellas tonadas irlandesas o de otras músicas que ilustran perfectamente el documental. Por ejemplo, el Golden Hair de Syd Barrett, adaptación de un poema de James Joyce, uno de los héroes de Shane MacGowan. O el Silver Machine de Hawkwind para ilustrar un viaje de ácido. En el documental también aparece Bobby Gillespie, de los Primal Scream, por ejemplo, o periodistas que han seguido su vida y mención especial para Gerry Adams, dirigente del Sinn Feinn que, después de haber leído el libro de No digas nada, pues es una bajona importante porque qué hace ese tío ahí haciéndose el enrollado. Feo detalle. Irlanda, los irlandeses, su folclore, sus personajes históricos, sus poetas, sus revolucionarios, sus sublevaciones, el IRA, la relación con los británicos, la provocación, más punk, todo eso sale y sale todo el rato y si te gusta eso, te vas a extasiar, y si te cansa el tema de la beatificación irlandesa y de lo irlandés, pues también te vas a extasiar, porque el propio personaje Shane MacGowan es una sublimación de todo.
The Pogues. Ya sabréis que a mí The Pogues no me hacen mucha cosa o más bien, nunca les presté atención. Reconozco haber bailado y mucho con Fiesta por decir Almería once again en alto, y la de Dirty Old Town descubierta en tiempo reciente. Lo demás me suena o bien a canciones lentas que yo que sé o bien música tradicional irlandesa que, si no me gustan los Celtas Cortos, pues ya te puedes imaginar. Igual con la edad, si me pusiera, le encontraría la gracia, como se la he encontrado a otras cosas o a la propia canción Dirty Old Town.
El documental merece la pena bastante. El tipo es un punk, patriota, creyente, poeta, y sobre todo un frontman tremendo. Tiene respuestas ingeniosas, otras veces se nota que tiene el cable pelado, las más que se la bufa ya todo.
Pero esto es lo que hay. Está en Movistar.
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