En el estudio del profesor Furstenberg sobre el reinado del gran Shamash, incluido en el tercer tomo de su 'Historia de la parte por el todo', nos encontramos con un episodio ciertamente aleccionador.
- Ante el Gran Rey Shamash arribaron los tres emisarios que había enviado para negociar con el gobernador de la lejana provincia del lago de Van un asunto de vital importancia para la seguridad del gran Reino de Babilonia, que ya por entonces parecía más allí que aquí. Los tres emisarios llegaron con cara de cierta preocupación ante el Gran Rey, que les hizo pasar después de haberse acicalado de manera que pudiera impresionar como siempre lo hacía a sus súbditos con sus maquillajes, barbas y melenas tan bien cuidadas, así como con ropajes oropeles y gorros que quitaban el sentido. El Gran Rey Shamash ya estaba sentado en su trono cuando pasaron los tres. Hakum, Massardul y Sarbunidapal, eran los tres mejores embajadores que tenía el reino. Se postran ante el Gran Rey Shamash y éste les dice que comiencen su evaluación de la visita.
Y entonces Massardul se adelanta unos pasos y sin levantar la cabeza del suelo le dice al Gran Rey Shamash, que no pueden decir nada. 'Es que este no nos deja'. Silencio. El Gran Rey Shamash frunce su imperial ceño y hace ver que no ha escuchado bien. 'Massardul del demonio, habla y explica cómo ha sido la visita'. Y Massardul, con la cabeza gacha, insiste. 'No, que no puedo. Que este no quiere'.
- ¿Pero quién es este? ¿Quién se atreve a contravenir una orden mía? ¿Quién está por encima de mí, el Gran Rey Shamash de Babilonia? -tronó Shamash.
- Este. Sarbunidapal. -dijo Hakum, que para proferir estas palabras avanzó unos pasos por delante de Massardul, y ambos permanecieron con la cabeza postrada.
Mientras tanto, Sarbunidapal tenía las manos cruzadas detrás de la espalda y estaba absolutamente acogotado. Asustado, blanco, atemorizado.
Entonces el Gran Rey Shamash, levantándose del trono dijo: 'Sarbunidapal, hijo de Bunidapal, te conozco desde niño, ¿qué está ocurriendo aquí?
- Es que no quiere hablar -fue Massardul el que contestó- dice que como contemos algo que nos vamos a enterar. Nosotros queremos contárselo a nuestro Gran Rey, oh, Gran Rey Shamash, pero claro, si él no quiere contarlo, nos pone entre la espada y la pared. Así que si no se lo quiere contar él, nosotros no vamos a decirle nada. Lo sentimos, pero no.
- ¿Os negáis a obedecer una orden de vuestro Gran Rey, del hijo del sol, del amo de vuestras vidas, del que rige el día y la noche, de quien podría ahora mismo haceros arrancar la piel y tenderla al sol? ¿Qué ocurre aquí? ¿Acaso el sinvergüenza de Faraón ha comprado vuestras lenguas? ¿O ha sido mi hermano desde Asiria quién...?
Y Hakum insistió. 'No, nada de eso, pero es que Sarbunidapal dice que no quiere contar nada. Que le da vergüenza.'
La situación era tensa como nunca antes se había visto en el Gran Palacio de Babilonia. Los tres emisarios permanecían con la cabeza baja, sin decir nada. Finalmente, Sarbunidapal tomó de nuevo la palabra.
- Yo preferiría irme ya. Ya hablaremos en otro momento.
Y ya entraron los sentimientos, y que el Gran Rey Shamash mucho de boquilla pero luego nada, y se empieza perdonando y se acaba pagando. El Gran Rey Shamash terminó mal. Y los tres emisarios peor.
Claro, como en todas las historias en las que anda Babilonia de por medio. Son castigos de Baal.
ResponderEliminarAy, monsieur, que casi no puedo entrar a su blog, que una y otra vez me salía service not available, y vamos, que estoy yo hoy para templar gaitas. A ver si esta gente va a empezar como los del otro sitio que no nombro por no hacerles publicidad a los muy asquerosos.
Feliz tarde
Bisous