miércoles, 20 de junio de 2012

Mala sombra en el Chaco

Nos vamos a alejar un poco del tema, pero me gustaría traer a este cónclave un texto en principio poco coordinado de Don Tarzán Zatrústegui, extraído de su 'Historia mal contada de 100.000 años de viaje', publicada por la Editorial Simientes y prologada por el desdichado profesor Salmón Periorrázar. Dice lo siguiente:
'Se cuenta que durante el mandato Supremo del Doctor Francia, se envió una expedición a un remoto confín del Paraguay para conocer la existencia de tribus perdidas y de paso apuntalar las defensas de la patria en aquel rincón ante las apetencias de potencias enemigas. Al mando de la expedición se colocó al sargento Orión Falsán, veterano de las luchas contra los rosistas y contra los brasileños, y que tenía fama de cierto mal carácter. El sargento al parecer se tomó la expedición más como un castigo que como un premio. Tenía treinta y pocos años y pensaba que estaba en la flor de su carrera, como para desperdiciar su valía en una expedición hacia la nada, que nada le podría reportar. Pero su obediencia y su fanático amor al Supremo hicieron que no opusiera ninguna objeción a la misión. Partió con veinte soldados a su mando y la compañía del licenciado José de la Nuez Moscardó, que debía documentar la presencia de las tribus, recopilar fauna y flora y hacer un informe para el Supremo. Partieron de Asunción un caluroso día de enero y siguieron su camino hacia el norte.
Mientras avanzaban y se alejaban de los puestos adelantados paraguayos, todo parecía ir medianamente bien. Hasta que un día, ya rondando su objetivo, el profesor de la Nuez Moscardó dijo haber divisado figuras humanas en lo alto de un montículo. Nadie lo había visto menos él. El sargento Falsán escuchó al licenciado y dirigió su mirada hacia donde el civil le indicaba y vio, efectivamente, que había alguien encima de un terraplén de tierra estriada. Con bastante desgana, el sargento ordenó a sus hombres que se dirigieran hacia allí. Y allí fueron. Y cuando ya estaban allí, no vieron a nadie. El sargento Falsán sacó un catalejo y oteó el horizonte. No había nadie. Al bajar el terraplén, el profesor volvió a levantar la voz. 'Discúlpenme, pero veo de nuevo a esa gente encima del terraplén'. El sargento Falsán volvió a mirar y los vio. Esta vez ordenó a diez de sus hombres que fueran ellos los que subieran por el terraplén, acompañados por el licenciado. Cuando éstos llegaron arriba, no vieron nada ni a nadie. Bajaron otra vez. El sargento miró duramente a de la Nuez Moscardó y dijo con apreciable desagrado 'parece que estamos jugando'. Reagrupó los hombres y cuando se disponían a seguir con su marcha, el licenciado se giró y volvió a ver a aquellas figuras. Ahora fueron cinco soldados los que acompañaron al Licenciado, mientras que el resto de la tropa se desplegaba alrededor del pequeño montículo para que nadie pudiera subir o bajar sin que fuera visto. Nada de nada. Bajaron otra vez. El licenciado, efectivamente, no podía evitar girarse de nuevo una vez que iniciaban la marcha y los vio otra vez allí. 'Pues ahora va a subir su excelencia, licenciado'. El licenciado subió el montículo por cuarta vez, y una vez allí no vio a nadie ni encontró nada.
Y cuando se disponía a comunicar que  'Qué mala sombra mi sargento', una bala, que a todas luces salió del pistolón del sargento Falsán, se coló por su frente y ya no quiso salir.'

1 comentario:

  1. Vaya por dios. Qué dedo tan inquieto tenía el sargento, hombre. No se puede dejar que la gente vaya a la guerra con las pistolas cargadas, que luego mire lo que pasa.

    Feliz día,monsieur

    Bisous

    ResponderEliminar