Hay una pequeña calle en Budapest que no conozco. De hecho conozco poco de Budapest. No les voy a engañar, no conozco Budapest. Pero hay una pequeña calle por la que paseó Antas Nekermann durante años. Un pasaje que llevaba de una avenida a una calle principal. Un rincón oscuro por el que Antas Nekermann deambulaba de vez en cuando sin más motivo que el de ir de un punto a otro. Era un atajo que conocía desde hacía tiempo y que le servía para escurrirse de la vigilancia de otros mientras completaba sus trabajos clandestinos. Antas Nekermann conocía ese callejón desde niño, porque su propio padre lo había transitado. En ese callejón no ocurre nada de interés para la vida de nuestro amigo, pero merecía la pena señalarlo porque por ahí pasó muchas veces Antas Nekermann y viene bien recordar aquellas pequeñas callejas por las que pasamos y no damos importancia. No. No se la damos.
Antas Nekermann jamás estuvo en el Chad, por ejemplo. Pero sí que estuvo en el Chad uno de sus mejores amigos, que luego le delató y que cuando Nekermann tuvo que pasar a Estados Unidos porque se lo comía la policía a bocados, le pidió perdón en cuanto lo vio. El amigo de Antas Nekermann se llamaba Antas Lassú y había nacido dos casas más allá que Nekermann. El amigo de Antas Nekermann, que se llamaba Antas Lassú tiene una historia también curiosa. No avanzo. No avanzo porque me enfrento ante una tarea tan grande como el mismo Chad. Una tarea para la que no sé si estoy preparado o no.
Repasar una vida que merece la pena ser contada, descubrir todas las peripecias, meterme en los recovecos de la personalidad de Antas Nekermann, es una perita en dulce. Debería ponerme antes de que vengan otros y la cuenten por mí. Pero me falta voluntad. Me faltan ganas de dedicarme únicamente a ello. Estoy tan contento de haber encontrado por fin una historia que contar. Una historia con viajes, con amoríos, con revolcones, con revoluciones, con el viaje al Chad de uno de los amigos de Antas Nekermann, que se llamaba Antas Lassú, que fue al Chad porque quiso escapar de Hungría, de la Panonia Oriental y de la Panonia Occidental, y se enroló en la Legión Francesa y sin saber cómo se adentró en el Chad y por poco se muere de cualquier cosa. Y sobrevivió y consiguió llegar a un puerto que ni el mismo fue capaz de recordar, aunque todos sospechan que fue Alejandría, y se embarcó hacia los Estados Unidos.
América. Qué experiencia para un europeo. Poder aportar toda la experiencia, la cultura, la sabiduría de siglos y siglos de civilización en un espacio de libertad y tolerancia. Sin persecuciones, sin necesidad de delatar a los compañeros, sin tener que ver todos los días la cara de Antas Nekermann reclamando explicaciones de porqué. Porqué delataste a Antas Nekermann. Si todos sabíamos que Antas Nekermann no tenía nada que ver. Que él no lo hizo. Que él no subió realmente a aquel balcón. Que aquella chica se lo había inventado todo. Que Antas Nekermann quiso subir pero finalmente no pudo, le flojearon las piernas, le dio miedo. No temas Antas Nekermann. Yo contaré tu historia.
De verdad. Necesito Paracetamol o me va a dar un yeyo aquí mismo.
¿Y qué pasó con Antas Nekermann entonces?
ResponderEliminarParece que me quedaré con la intriga, jeje...
Pero qué dice, si usted inventó Budapest!, ¿no se acuerda?
ResponderEliminarBueno, a ver mañana después del paracetamol si es verdad que nos cuenta usted la historia.
Buenas noches
Bisous
Me sumo a la los dos comentaristas. Dolor de cabeza fuera y a ver como sigue esa historia que me tiene intrigada.
ResponderEliminarUn abrazo