martes, 8 de enero de 2013

Baal

Y subimos unos cuantos por aquel monte en el que decían las gentes, y nosotros no quisimos dudar de ello, que moraba Baal. Y fuimos por senderos y veredas abiertas por animales. Y tuvimos que escalar, que quedarnos colgando de algún risco, que resbalar pendiente abajo en alguna ocasión, hasta que llegamos a un pequeño descansillo en el que entrevimos una pista que se fue ensanchando y que nos condujo de forma más que agradable hasta un fabuloso palacio. Y todo nos pareció una maravilla. Y todo nos resultó fuera de lo normal. Que después de tanto sufrimiento, todo pasara a ser tan sencillo. Era cosa de Baal. Allí estaba, ciertamente, la morada de Baal. Y el palacio estaba abierto y no había nadie en las puertas vigilando. Y había comida recién hecha a pocos pasos de la entrada y allí mismo, en unas piscinas de agua tibia, pudimos darnos un baño reparador antes de de que decidiéramos buscar por aquellas estancias, dónde se encontraba Baal. Y allí, sentado en un trono magnífico, labrado y decorado con metales preciosos, telas de ensueño, maderas exóticas, estaba Baal. Y Baal miraba hacia nosotros con aire interesado. Parecía no haber visto a nadie desde hacía mucho tiempo. Y supimos que era Baal porque algo nos dijo que aquel que estaba allí sentado era Baal, pero en realidad, nada parecía indicar que aquel muchacho morenete y al que se le dibujaba un bigotillo negruzco, pudiera ser Baal. Pero supimos o quisimos ver que aquel era Baal.
Y a Baal le hicimos nuestra súplica.
- ¡Oh Baal! ¡Oh grande y poderoso Baal! ¡Oh Baal que todo lo puedes y que de nada te abstienes! ¡Danos consejo para alcanzar lo que te pedimos! ¡Oh Baal, fuente de sabiduría y magnífico creador!
Con los ojos muy abiertos, Baal, aquel muchacho sentado en semejante trono, nos dijo...
- ¿Y qué es lo que queréis? ¿Cómo puedo ayudaros yo?
- ¡Oh Baal! ¡Baal que derrotaste la oscuridad y lanzas tu ejemplo a los insignificantes mortales! ¡Queremos que nos indiques cómo y de qué manera podemos ofender a todos sin excepción! Escucha, oh Baal, somos un grupo de personas que han pasado su vida obedeciendo, creyendo, respetando a los demás en su credo, condición y pertenencia. Pero en cambio, nadie ha hecho lo mismo con nosotros. Así que hemos decidido faltarle el respeto a todos y a todo sin omisión de ningún tipo de segmento social. A todos. Sin dejar a nadie exento. ¡Oh Baal! ¿Qué podemos hacer?
Y el muchachete Baal puso cara de no haber entendido nada y saltó del trono maravilloso, quedándose ante mi, pobre gusano, y me dijo...
- ¿No es bastante ya ser cómo eres?

¡Oh Baal! Una respuesta y una pregunta. Una pregunta y una respuesta. Oh Baal. Mayor ofensa no hay que ser como uno es... ¡Sabio y Poderoso Baal! ¡Joven y Viejo Baal! ¡Oh Baal!

Mortales... vivir es ofender.

2 comentarios:

  1. Baal suele ser un poco borde, pero tiene su gracejo. Baal, además, parece gallego, porque contesta preguntas con otra pregunta.
    En cualquier caso, siempre es un placer reencontrarse con Baal.

    Feliz día, monsieur

    Bisous

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  2. Muy bueno la respuesta de madame porque era la que iba a dar yo y me la pisada. Baal fijo que es gallego.
    No juegues con fuego que te quemas je je

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