Nuestro querido socio y miembro del Círculo Projorelov, Don Gogomilo Frentesfrescas, anunció su llegada después de un larguísimo viaje y nos consultaba la posibilidad de dedicar unas jornadas a evaluar su experiencia. Don Gogomilo Fuentesfrescas es uno de los miembros más peculiares del Círculo Projorelov, en primer lugar porque nadie jamás le había visto en persona y todos pensaban que era una leyenda o la invención de algún socio imaginativo. Sus viajes nos llegaban siempre narrados a través de misteriosas cartas, o paquetes en los que encerraba manuscritos ciertamente enigmáticos. Tan sólo la señorita Welinda Vanderaerden había conseguido ver una vez a Fuentesfrescas, hacía casi treinta años, mientras ella intentaba atravesar el desierto del Kalahari y, en un receso del camino, encontraron a un viajero que se hacía llamar Fuentesfrescas y que asimismo decía ser miembro del Círculo Projorelov. Fuentefrescas parecía contar entonces con unos setenta años y se presentó como un anciano barbudo, vestido con túnica y turbante y absolutamente fuera del lugar en el que se encontraban. Comenzó a hablar en kanjobalano y la señorita Vanderaerden, que no conocía el idioma, no pudo entender qué decía Fuentesfrescas. Reemprendió su camino y ahí quedó la cosa.
En segundo lugar, Don Gogomilo Fuentesfrescas siempre enviaba la relación de sus viajes escritos en los idiomas más remotos e incomprensibles, por lo que traducir y descifrar el sentido último de sus peripecias, se hacía siempre arduo e, incluso, se había formado un Departamento Fuentesfrescas, dedicado exclusivamente a sus asuntos.
Así, que el día indicado, hubo mucha expectación en la sede del Círculo Projorelov para recibir al que pensábamos centenario Gogomilo Fuentesfrescas. Y de repente, apareció un apuesto varón de unos cincuenta años, con el pelo cano peinado a la última moda neoyorquina, atildado, perfumado, con un traje hecho a medida en Milan y unos dientes perfectos hechos quién sabe dónde que adornaban una sonrisa encantadora. Nos saludó a todos por nuestros nombres y se dirigió hacia la sala donde debía dar repaso a sus andanzas sabiendo perfectamente dónde estaba todo, qué puertas debía abrir y a quién debía saludar.
Tomó asiento en el butacón que le teníamos preparado y pidió una copa, un whisky de malta, sin hielo.
- Ya. Os entiendo. Estáis preguntándoos todos quién soy yo, cómo es que os conozco si nunca me habéis visto, veo la cara de la señorita Vanderaerden, mucho más bella que cuando me la encontré en el Kalahari y leo en sus ojos una sorpresa infinita... yo he ido y he vuelo. Este es mi viaje. Mi fabuloso viaje. No tengo mucho tiempo para contaros todo lo que me ha ocurrido y si me he permitido presentarme aquí simplemente ha sido para volver a estar donde siempre he estado, y al mismo tiempo, contaros en pocas palabras mi alucinante viaje. ¿Cómo decirlo? Yo ya he ido y he vuelto. He estado. Lo he visto. No he estado en un punto, como cuenta el famoso relato, desde el que se vea todo. No, yo lo he visto in situ. He estado. En cualquier parte, en todo el mundo. Al mismo tiempo. A la vez. No una vez. Siempre. De hecho, he tenido que parar, que forzarlo todo para que todo esté quieto, y poder estar aquí con vosotros, queridos amigos del Círculo Projorelov. Mi viaje, mi verdadero viaje, comenzó cuando la vi, cuando ella, la maga Sucumbe me miró a los ojos y me dijo... 'y dices que viajas'. Desde entonces no he podido parar. Desde entonces, el reloj se volvió loco, no he estado en ningún sitio. He estado. Estoy. Ahora estoy aquí y ya noto como vuestras caras ya no son las que conozco y saludo, si no que siento que estoy trasladándome a otro lugar, a otra parte. La maga Sucumbe me dijo 'tu viaje será mejor'. Y me besó. Yo esto os lo cuento con pocas palabras porque no tengo tiempo. Siento que ya me estoy yendo otra vez. Quisiera apurar mi copa. Estoy a punto de tener que irme. Os escribiré, como os escribo siempre. Disculpad las molestias que os causo. Quisiera mirar de nuevo a la señorita Vanderaerden. Mucho más hermosa que cuando la conocí en el Kalahari. Ni siquiera en el Kalahari pude mantenerme fiel a una posición, a una coordenada. Me encanta, otra vez. Me encanta. Lo siento, pero no puedo contenerme. Estoy yéndome. Ya noto el frío, se me están empezando a congelar los miembros. Estoy aquí con ustedes y siento que ya se me van de la vista. Lo tengo que hacer. Me voy. Estoy aquí....
Y ante nuestra mirada asombrada, se levantó y se dirigió hacia uno de los cuadros en los que representábamos una escena de vida esquimal y todos le perdimos de vista. Todos dejamos de verle. Las últimas palabras que salieron de su boca parecían dichas en innuktitun...
Vale que se perdió en el cuadro esquimal, y que va a estar, pero que ha estado ya no,porque yo también estuve y nunca le vi, de lo que deduzco que es un impostor.
ResponderEliminarFeliz día, monsieur
Bisous