Voy a ponerme un pelín presuntuoso. Presunto en portugués, creo que significa jamón. No me voy a poner grasiento. A veces, uno lee cosas que piensa que ha estado escribiendo (aquí entra la presunción) o intentado escribir, durante mucho tiempo. Esto es como lo que me gustaría hacer, y ya estaba hecho. Y muy bien.
De Vladimir Nabokov, escritor ruso, emigrado a Estados Unidos y muerto en Suiza, no había leído servidor de ustedes nada de nada. Ni Lolita, ni Ada y el ardor..., nada. La defensa. En la portada, como ven, tablero, jugadores, piezas... la defensa. Creo haber visto la película La defensa Luzhin. Con John Turturro, creo, de protagonista. El recuerdo de esta película me acompaña durante toda la lectura, pero creo que es una versión muy libre del libro y que, realmente, tiene poco que ver. O que no me acuerdo yo mucho, realmente de la película. O que el protagonista del libro en realidad no se parece en nada a Turturro y eso ya...
No nos compliquemos. Describamos el libro de una forma clara. Hay gente que no vale para nada más que para una cosa que el resto del mundo considera una chorrada. Y punto. Una chorrada con la que se puede ganar dinero, una chorrada que puede ser tan importante como la propia vida. Una chorrada que puede ser algo tan importante y complejo como el ajedrez.
El joven niño Luzhin no parece tener ninguna habilidad especial. En el colegio los niños se meten con él, él pasa de los niños, en casa el padre es escritor y parece que tiene un rollo con la tía del joven niño... el crío no parece interesarse por nada, realmente. Hasta que un día, la tía le enseña a jugar al ajedrez. Y ya está. Se forma el lío. El niño sólo piensa en el ajedrez. Juega muy bien. Tan bien que se convierte en una especie de mono de feria, participa en torneos, se convierte en maestro.
El joven niño pasa a ser Luzhin. El maestro Luzhin, que juega en torneos, a veces gana, otras pierde. Ha perdido un poco el mojo, pero sigue siendo muy bueno. En un torneo... ah, antes conoce a una joven, Natalia, también de origen ruso, emigrada como él tras la revolución (aunque parece que Luzhin ni se hubiera enterado de que hubo una revolución en Rusia, ni nada). La joven se encariña con él. Él... parece que... también la quiere pero... claro, él está fuera del universo. Sí, la quiere, la necesita, pero él parece que lo único que tiene en la cabeza es el ajedrez.
Empieza un torneo en el que se enfrentará a Turatti, un gran maestro, su competencia. Luzhin está feliz, porque la vida le trata bien. La chica le quiere, se quieren casar, y él está jugando de narices. Pero empieza a portarse de una forma rara. El ajedrez le tiene atrapado. Atrapadísimo. Sólo hay ajedrez, parece ido. el día de la partida con Turatti se produce el colapso. Cae fundido. Se derrumba. Colapso. El ajedrez se lo ha comido. La descripción de la partida. Esa descripción de esa partida.
El resto del libro es recuperarse, recuperar el tono, adaptarse a una nueva vida. Casado, asexuado, no vale para nada. No pinta nada. Está en el mundo. Es un maniquí al que probarle un traje. Es un trozo de carne. No vale para nada. No pinta nada. No lo pueden enseñar en ninguna parte. Está ahí, pero no está. Intentan evitar que mire nada que tenga que ver con el ajedrez. El ajedrez me da sed. El ajedrez mata. Ajedrez para adultos. No sabes ni tentarlas. No tienes ni puta idea. Los pipas miran y dan tabaco. A mí con estas gafas no me ha ganado nadie. Rey, nuevo rey. Compongo. Esa es muy buena. El chaval de las gafas sabe un huevo. El ajedrez. El ajedrez. El centro del tablero. Distracción por un flanco. Lo importante se mueve siempre en el otro sitio, en otro lugar. Estás haciendo algo que no tiene nada que ver con lo importante, que ya te lo encontrarás. El ajedrez para adultos. Ajedrez cantado.
Pero siempre hay algo que te lleva al ajedrez, el ajedrez está ahí. Luzhin entra en contacto con el ajedrez nuevamente. Por azar, por casualidad, sin querer, de escondidas. El ajedrez le vuelve a atrapar. Sin quererlo él. Pero es lo único que es capaz de tenerle concentrado. Aunque esté aquí, él no está. No está en ninguna parte. La gente le habla, le dice, su mujer le quiere... él está en otra partida. En una partida que ha retomado. Está construyendo una defensa. Y cuando ve que no, pues tira el rey.
No hablaré del cuerpo que me ha dejado el libro, si no es en presencia de mi abogado.
Vale, me ha convencido: no lo leeré.
ResponderEliminarBueno, uno menos, entonces. Estoy yo como para que me dejen cuerpos.
Feliz comienzo de semana, monsieur
Bisous
Fíjese, este libro ha estado siempre en una estantería en mi casa de la infancia. Tenía un caballo figura de ajedrez en la portada. Me acuerdo que de niña lo abría, leía tres líneas y lo dejaba. Y meses después repetía la misma acción. Siempre pensé que era un rollaco, pero ahora me lo leería. El de Lolita lo leí de jovencita, y me pareció un pedaso de libro, casi hace que te caiga bien el pederasta. Ahora ya no sé qué me parecería.
ResponderEliminar