Retomamos, aunque sea por unos momentos, nuestra faceta divulgadora para entregar este pequeño texto de Robert Chackon, que nos ha recordado de manera vaga las andanzas del mágico Urlstan Chulpadalasang, aunque sólo sea por los ambientes y las cosas.
'De muy jovencito, era un niño, Subranaiman decidió recorrer el mundo y ver las cosas que en él había dispuestas. Sus padres habían fallecido muy recientemente y sus hermanos mayores habían decidido partir también hacia la gran ciudad para buscarse la vida. Así que Subranaiman, sin nada ni nadie que le marcara un camino, una senda, decidió coger la suya propia y enfrentarse a lo que le deparara el destino. Salió una calurosa mañana de su pequeña aldea con una pequeña bolsa en la que guardó una muda, una camisa y un trozo de cuerda con el que, pensaba, debería bastar para solucionar los problemas que pudieran aparecérsele. Y se marchó.
Al cabo de sesenta años, Subranaiman Ringpoché volvió a su aldea después de un larguísimo periplo y nada más aparecer por el mítico recodo del camino que tienen todos los caminos que llegan a pequeñas aldeas, un vecino, un habitante, un ser humano humilde y curioso, quiso detener su quehacer que no era otro que el de vigilar un pequeño cercado en el que unos animales de diversa condición, para pregunarle quién era, de dónde venía, qué se contaba, en definitiva.
Y Subranaiman Ringpoché le contó punto por punto toda su vida, desde que se marchara de ese pueblo. Le fue contando su tránsito de la niñez a la adolescencia, de ahí a la juventud, de la juventud a la madurez y de ahí a la senectud. Y le fue contando con quién se encontró, a quién conoció, de quién se enamoró, qué profesó, qué hizo, cuándo lloró, cuándo rió, cuándo quiso dejar de caminar y volver a su pueblo, cuándo decidió seguir. Y le fue contando todas y cada una de esas cosas de manera elaborada, con un relato que había ido preparando año a año, mes a mes, día a día, esperando poder llegar a su pueblo y narrar todas esas cosas que le habían sucedido.
Y el vecino, el habitante, escuchó todo el relato y preguntó a Subranaiman si pensaba quedarse en el pueblo muchos días. Y Subranaiman le contestó que pretendía quedarse allí ya el resto de su vida, que no sería muy larga.
- Y si es así, ¿porqué me has contado toda tu vida de golpe? Ahora ya no tienes nada que ofrecer.
Y a Subranaiman Ringpoché le dieron ganas primero de volver a marcharse para tener nuevas historias que contar, pero comenzó a llover, y la lluvia le entristeció y le dio pereza moverse y allí se quedó. Y es que hay que dosificar lo que uno tiene, pensó, porque se descubre el misterio'.
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