Tengo un montón de revistas del Col·legi de Periodistes sin abrir. Dentro de la bolsita que les sirve de funda. Ahora mismo no recuerdo ni cual es el nombre de la revista. No las abro porque me siento mal, me siento fuera del periodismo y los temas interesantes que proponen me duelen. Porque yo no soy ni seré periodista.
Pedro Vallín es un descubrimiento de esos que te gustan y que te duelen. Te gusta cómo escribe, lo que escribe y todo eso pero te duele porque te demuestra que se puede y tú no. Te gusta lo que dice. Y de tanto gustarte dedicas veinte euros a comprarte su libro '¡Me cago en Godard!'.
El detonante de la compra fue el debate grabado frente a las periodistas de La Script, entre ellas la diosa María Guerra. En aquel debate, Vallín defendía con uñas, dientes y mucha ironía que Joker en realidad no era ese revolucionario que nos querían vender, sino un reaccionario, un elemento pernicioso, que no venía a cambiar ni denunciar nada. Venía a hacer daño y ya está. Aparece este debate justo cuando se estaba presentando su libro '¡Me cago en Godard!'.
Jean Luc Godard. La única vez que recuerdo haberme puesto malo, pero malo de verdad, físicamente, en un cine fue con una película de Godard, en la Filmoteca. Entré bien, creo, y me fui encontrando mal. Terminé con fiebre. Nos tuvimos que ir sin acabar. Creo que también llegué a ver aquello que hizo mientras los Rolling Stones grababan Simpathy for the devil.
La premisa del libro de Pedro Vallín es la siguiente. Todo ese rollo de que el cine americano, el cine de Hollywood, Hollywood en sí, es Satán si eres una persona de izquierdas, es una trola. Nos dejamos llevar por el dogmatismo y nos creemos que un director de cine norteamericano, un guionista, un productor, no deja de ser un agente de la CIA que nos la quiere colar. Y sin embargo, compramos como bueno todo aquello que viene del cine europeo sin preguntarnos si lo que estamos viendo es cine progresista o el simplemente retratos de burgueses que hablan de cosas interesantes tan interesantes que te da lo mismo.
Era yo pequeño y ya era así. Sobre todo con el cine de Hollywood. Criado en una casa donde lo más bonito hacia lo yanqui era... ni vi en su momento Rambo, ni Acorralado, ni siquiera E.T... porque todo era fruto del imperio del mal. El niño soviético no quería y no quería.
Como tengo las revistas del Col·legi de Periodistes sin abrir, no me siento capaz de hacer un resumen del libro y de sus diversas aportaciones. Así que intentaré aproximarme con la brocha gorda.
Lo que nos cuenta Pedro Vallín primero es la separación entre arte y artesanía, entre artesano y arte, entre lo que consideramos arte y lo que no, lo que nos han dicho que es arte y lo que no. Sobre repeticiones, sobre el valor del arte, sobre la diferencia entre novela y narración, arquetipos, géneros, actores utilizados como modelos, actrices utilizadas como modelo y luego ridiculizadas en otras películas, películas que pensamos progresistas y no lo son, directores que creemos en nuestro bando y no lo están, filmografías contemporáneas de países que nos dan gato por liebre y sobre todo una reivindicación de lo que es pasárselo bien.
Las películas para pasárselo bien, el mero hecho de pasárselo bien sin que haya alguien que te venga a decir que cómo se pueden hacer películas lúdicas con todo lo que está pasando en el mundo.
Y la diferencia entre la mirada positiva sobre el mundo y la mirada del todo mal, del así no, de no querer darse cuenta de que el mundo es de una manera y que para un mundo nuevo hacen falta soluciones nuevas.
Y es un libro bueno porque te amplía el punto de vista, si tienes un montón de revistas que no quieres abrir. Y ya no volverás a ver las películas igual.
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