Continúa Danuta Wolinska:
'Comencé a escribir para la revista Schrieben crónicas de la vida católica en Berlín. Me entrevistaba con los miembros de la comunidad, asistía a sus eventos, estaba presente en la vida cotidiana de muchos de sus integrantes. Notaba grandes diferencias con la comunidad de Lodz y ese enfoque de polaca católica sorprendida por la vida y la religiosidad de otros católicos me ayudó mucho a la hora de escribir. Schrieben era una revista de cierto prestigio que trataba temas variopintos pero siempre desde el rigor conjugado con la experiencia personal del periodista. El director de la revista era Gunnar Bermann, que había heredado el puesto de su padre, Olaf Bermann. Lo primero que pregunté al llegar fue sobre el origen sueco de los Bermann, pero resultó que no tenían ninguna relación con Suecia. Durante la entrevista con Gunnar Bermann me extrañó que no me preguntara sobre mi experiencia en Polonia y sí mucho sobre mi vida berlinesa. Pensé que le interesaba más a quién conocía, y cómo podría desenvolverme en el medio antes que mi vida como católica polaca, pero lo que me hizo prosperar fue precisamente lo segundo. En fin.
Conocí en un encuentro ínter religioso a una señora que se llamaba Freda Jansen. El encuentro reunía a musulmanes, protestantes, judíos e hindúes, que discutían sobre diversos aspectos. Al acabar el encuentro se sirvieron bebidas y pegué hebra con la señora Jansen. Me contó su vida, los años de la guerra cuando era pequeña, la juventud, su noviazgo con un emigrante español, la separación cuando el emigrante quiso volver a su país, su refugio en la comunidad y cómo en la comunidad había encontrado un nuevo amor, la Fe. Su historia me conmovió. No era una gran historia, pero algo me tocó. La vi de nuevo en una fiesta de celebración de San Andrés en una parroquia. Volví a hablar con ella. En cuanto la vi, me dirigí a saludarla, me reconoció y nos servimos algo de vino. Me contó su vida, los años de la guerra cuando era pequeña, su juventud, el noviazgo con un joven que había luchado en la guerra y que se había vuelto medio loco, el suicidio del novio, el encuentro de refugio en la comunidad y cómo en la comunidad había encontrado un nuevo amor, la Fe. Me dio mucha pena, pobrecita, no estaba bien. Al cabo de unas semanas me encontré con ella en un oficio que se daba en memoria de un párroco local. Al acabar fui a hablar con la señora Jansen, que me reconoció y se alegró de verme. Me preguntó por el trabajo y me contó su vida. Los años de la guerra cuando era pequeña, la juventud, su relación con una compañera de la universidad que se hizo misionera, lo dura que fue la separación, cómo encontró refugio en la comunidad, y cómo en la comunidad había encontrado un nuevo amor, la Fe. Yo seguía con mi vida, los reportajes en Schrieben eran muy bien recibidos y en alguna ocasión, Gunnar Bermann me dijo que quizás, podría...
Al cabo de un tiempo me llegó la noticia de que la señora Jansen había muerto. Fui al entierro. Había mucha gente. Me di cuenta de que sentados en los primeros bancos había mucha gente llorando. Pregunté. Es el marido de la señora Jansen y sus hijos y nietos, me dijeron. Gunnar Bermann, que también fue a la ceremonia, me vio y me preguntó si conocía a la señora Jansen. Le dije que sí, un poco sorprendida... Bermann me contó la vida de la señora Jansen. Los años de la guerra en Suecia, la juventud, su relación con un directivo de la Mercedes en Estocolmo, la separación cuando el directivo volvió a Alemania, su refugio en la comunidad cristiana, y cómo en la comunidad había encontrado un nuevo amor, la Fe'.
No hay comentarios:
Publicar un comentario