Hace mucho tiempo que no recibíamos nuevas informaciones acerca de la teoría de la Mirada Ovoide desarrollada por el profesor Almayr, pero a raíz de la desclasificación de unos documentos de la Comisión Pecheneck, hemos tenido conocimiento del siguiente caso.
'Alderiga Ambouk se ha personado ante la comisaría de policía de Kleschmark para comunicar que su esposo, Vebo Farrah, se ha atrincherado en la habitación dormitorio que ambos comparten situada en la calle 21 de Julio de Kleschmark. Alderiga Ambouk ha relatado que su marido se despertó hace unos cuantos días, cinco concretamente, con cierta sensación de cansancio, agotamiento, pese a llevar ya varios años jubilado y no desempeñar ninguna tarea específica ni en su domicilio ni fuera. Alderiga Ambouk nos cuenta que su marido había desempeñado la muy noble tarea de quiosquero en esta nuestra localidad y que nunca había tenido más instrucción que las reglas básicas, leer y escribir. Sin embargo, Alderiga nos dice que atesoraba una gran cultura y que era capaz de hablar de los lugares más insospechados, incluso pueblos perdidos de las montañas, como si los hubiera frecuentado desde la niñez. Alderiga nos dice que su mayor afición era sentarse cada día en la silla del quiosco y orientarla hacia un punto cardenal, a veces movía la silla imperceptiblemente, otras daba algún giro, y se quedaba allí absorto durante horas ya que no había demasiado movimiento en el quiosco salvo las primeras horas de la mañana y por las tardes cuando los niños reclamaban chucherías. Alderiga nos dice que su marido, Vebo, hablaba solo, se reía, a veces lloraba, otras cantaba canciones en lenguas extrañas, sin levantarse del quiosco. Alderiga nos dice que, una vez, al cabo de los años de estar casado, su marido le confesó que podía verlo todo. Que si se sentaba en la silla del quiosco y estaba tranquilo, progresivamente su campo de visión se ensanchaba y el mundo, que parece finito a la visión por culpa de la línea del horizonte, se le presentaba sin fin y podía a la vez centrar la mirada en cualquier lugar que quisiera, fuera este elevado, llano, separado por murallas, incluso dentro de domicilios. Podía verlo.
Alderiga siempre pensó que, en sus ratos muertos, su esposo leía novelas de baratillo y que como Dn Quijote se había trastornado. Alderiga, que trabajaba de carnicera en el establecimiento municipal del mercado de Kleschmark, nos cuenta que una vez, al llegar a a casa, encontró a Vebo sentado en la habitación dormitorio que compartían y, al borde de la cama, recitar un canto en idioma indígena que no supo ella descifrar pero que no le pareció europeo, al menos que ella, con sus pocos conocimientos sobre el tema supiera. (Posteriormente hemos sabido que es una invocación aymara).
Alderiga y Vebo supieron así que desde casa también podía disfrutar de los beneficios de ese don de la vista.
Sin embargo, hace cinco días, Vebo la miró con otros ojos, justo después de comunicar que se encontraba cansado. Alderiga nos cuenta que Vebo siempre había sido una persona afectuosa y que la había tratado con amor, pese a no tener hijos, pero que no tenía detalles especiales con ella o jamás se había fijado en su aspecto ni para alabarlo ni para reprochar cualquier cosa.
- Estás guapa. - Dice Alderiga que le dijo Vebo aquella mañana justo después de comunicar su cansancio. Se detuvo un rato ante ella y la miró como nunca.
Acto seguido se encerró en su habitación y allí sigue desde entonces. Alderiga está preocupada.'
No hay comentarios:
Publicar un comentario