Andaba ocupado Jean François de Champollion con otros asuntos pero siempre tenía la piedra Rosetta en la cabeza. Era capaz de reunirse con sus amigos, de tomar un coche de caballos para visitar a familiares, incluso plantearse algún que otro reto secundario, pero siempre tenía la piedra Rosetta como su ocupación fundamental. Un día, le comentó esto a un amigo y colaborador.
'Me siento como si mi vida fuera únicamente un algo que gira entorno a esa piedra. Como si toda mi vida se hubiera destinado a estar viajando como un asteroide por el espacio y que finalmente haya encontrado mi punto fijo, el lugar sobre el que orbitar en esta piedra Rosetta y el misterio que encierra.'
Una vez que consiguió descifrar la piedra y abrir un precioso camino a la interpretación de las lenguas antiguas, Champollion, pese a que sus días de gloria iban a prolongarse hasta el final de sus días, no dejaba de preguntarse qué hubiera sido de su vida sin la piedra Rosetta.
Esto le confesaba a su amigo poco antes de morir.
'En ocasiones pienso que no debería haber concluido mi trabajo. Como te dije alguna vez, con la piedra encontré la base sobre la que hacer girar la rueda de mi vida, pero ahora, con el paso de los años, no sé si hice bien resolviendo lo que quizás debería haber quedado sin concluir. A veces lo argumento pensando para mí que el conocimiento sobre esas lenguas antiguas no nos traerá conocimiento mejor, sino nuevas herramientas para la explotación del hombre sobre el hombre, pero de una forma más egoísta creo que mi vida era más interesante cuando estaba en la búsqueda'.
De lo que habla Champollion no es otra cosa que el consabido dilema entre el camino y el objetivo, entre el disfrute y el gozo de estar en la búsqueda y la desilusión y la decepción con lo que se consigue si es que se consigue. Nos lo pasamos mejor mientras que con el qué. Nos sentimos más vivos antes de conseguir las cosas que una vez llevadas a cabo.
Lo que seguro que está claro es que Champollíon dudo que se hiciera alguna vez estas preguntas, porque todo el texto es inventado y simplemente era una excusa para plantear la pregunta de siempre, o la duda de siempre: ¿merece la pena intentarlo?
¿Queremos llegar a proponernos algo si lo vamos a conseguir? ¿No es mejor vivir siempre con objetivos absolutamente irrealizables que nos mantengan con vidilla?
¿La gente de derechas se pregunta estas cosas?
No creo. Peor sería escuchar discos de Carmen París. Y no quiero abrir ese melón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario