A la una, desde las doce y poco, daba vueltas por la casa. Ahora se iba al comedor, ahora se sentaba, con las manos en los bolsillos, se volvía a levantar y daba otro paseíllo por la casa. Mi madre o estaba cocinando o se estaba preparando para meterse en la piscinilla. Él ya se había ido a desayunar por la mañana temprano y venía con las noticias frescas, los cachurreos más importantes. Volvía, redesayunaba y cumplía con los encargos de ir a comprar, acompañar a hacer cosas, siempre a la arrastra. Y entonces ocurría, a las doce y poco, a la una, te hacía la pregunta:
- ¿Vas a subir?
Y yo me hacía el estupendo. Me hacía el interesante y mostraba fastidio. No tenía ganas de subir porque yo que sé. Porque ya había salido la noche anterior y a lo mejor no había hecho nada de provecho o sí lo había hecho o yo que sé. Porque uno ha sido gilipollas no siempre, pero sí muy asiduamente y me gustaba hacerme de rogar. Tampoco demasiado. No sé, hoy no tengo muchas ganas. Dónde vamos a ir. Y entonces como la coartada perfecta aparecía otro papeleo, otra gestión, un periódico que comprar, ir a decirle algo a alguien. Y había que subir. Y ya que subes, pues cómo no nos vamos a parar a tomar un botellín en dónde sea. Y ya estaba el lío. Los dos por esos bares. Buscando a Basilio. Con Basilio. Si estaba mi hermano, mi hermano se levanta tarde y ya se unirá. Ya nos lo encontraremos por ahí. Vamos, que tengo que sacar fotos, que hay un rincón que no tengo y ya los tenía todos. Quiero hacer un cuadro desde allí. Y ya teníamos la excusa. Vamos, va.
Los últimos años fueron diferentes, el último año no quería subir. Subimos un día y coincidió con la banda municipal y saludó a gente y ahí estaba pero nos tomamos un botellín o dos y nos fuimos porque ya no quería. Hacía el gesto ese de que la cabeza le iba de aquella manera y quería volverse para casa. Ya no era lo mismo.
A mi padre le gustaba su pueblo como le gusta a la gente las cosas que le gustan sin tener que poner ninguna excusa. Le gustaba su pueblo con la gente que le gustaba y con la gente que no le gustaba. Le gustaba su pueblo porque era su pueblo a pesar de que cuando llegásemos nos llamasen 'los catalanes', a él, le ibas tú a llamar el catalán como aquí le ibas a llamar el andaluz. Una mierda. Su puta madre. A mi padre le gustaba encontrarse con uno y que se uniese a la ronda de botellines y escucharle decir alguna lobería y mi padre decirme 'joer éste', y preguntarse por hechos del pasado, de la juventud, las milis compartidas, escenas del pueblo, de quién es hijo nosequién, vi a nosequién que también trabajó allí, contar las mismas anécdotas todos los años, que solo empiezas a apreciar cuando ves que no van a ser eternas, que aprecias más cuando conoces a gente que se queda fascinada con la capacidad de mi padre para contar cualquier cosa como si fuera un historión y no era nada.
Cómo le gustaba a mi padre ir al pueblo. Y las fiestas y la piscina. No de bañarse o de ir a ningún sitio. A la piscina, un rato, la orquesta, a ver qué encartaba. Bailar, poco pero bailaba. Y mi madre y él de la mano por la Sartén.
Con lo que le gustaba su pueblo. Y este año no va a ser. Este año a ver cómo nos las apañamos acordándonos de él cada vez que entremos en un bar, en las Olas, en cualquier bar, claro, en cualquier rincón que él habrá pintado de su pueblo. Desde que cojamos el coche en Santa Coloma hasta que lleguemos, todo el viaje. Acordándonos de los viajes de antes. De lo poco que le gustaba el coche. De la mierda de los camiones de los huevos. Del puente de los socialistas. De la circunvalación de Valencia que es lo mejor que se ha hecho nunca. De su puta madre de los peajes. De que el viaje ahora es un paseo.
De cuando ya entrábamos en la carretera de la Carolina y subíamos el puente sobre la vía del tren él ya decía 'Vilchis, Vilchis, Vilchis'. Y ya estaba en su salsa. Y ya no le daba pereza nada. Ni le dolía la cabeza, ni se ponía la mano así, ni tenía un dolor un dolor. No le duele nada 'porque como está en su pueblo...', dígase esto con la voz de mi madre. Chinchando.
Porque estaba en su pueblo.
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