Tras haber protagonizado un nuevo intento de sublevación fallida contra los ingleses y haber sido derrotado en la decisiva batalla de Tal, el joven Orian Beldare se retiraba a un castillo lejano antes de que le atrapasen. Durante la batalla, había sido traicionado por varios miembros de su ejército. Incluso su propio hermano pequeño, Glenn, se había girado contra él. El bueno de Orian Beldare, pues, sabía que aquellos podían ser sus últimos días, si no se retiraba pronto a un castillo lejano y desde allí, escondido, trazar un plan de huída de Escocia. En el pueblo de FitzCarl, Orian y su amigo Roger Macculogh, se detuvieron a descansar, comer algo y proseguir el camino hacia el castillo lejano.
Orian comenzó a encontrarse mal. El agua que bebió de una fuente había sido envenenada por sus enemigos y comenzaba a tener fiebre y vómitos. Volvieron a montar a caballo. Roger no dejaba de animar a Orian para que se mantuviese con vida, que no se rindiera, que pronto llegarían al castillo lejano en el que podría curarse. Cabalgaron durante tres días, la situación de Orian empeoraba. En la pequeña aldea de Frighteness, se detuvieron en casa de un antiguo amigo del padre de Orian, comieron alguna cosa. Pero no tuvieron en cuenta que el antiguo amigo del padre de Orian se había vendido también y no solo envenenó la comida sino que les denunció.
Ahora iban los dos, Roger y Orian, cabalgando doloridos, enfebrecidos, entre espasmos terribles, sabiendo que el castillo lejano, ahora más que nunca, era su única esperanza. Orian Beldare se resistió a volver a detenerse en cualquier parte. Los caballos estaban famélicos, cansados, a punto de reventar. Pero él seguía hacia delante.
Por fin, una tarde lluviosa y fría, después de casi un mes de huída y cuando una especie de vómito negro era lo único que salía de sus bocas, albiraron un castillo. El castillo lejano. Una chispa de esperanza brilló en los ojos de Orian Beldare cuando Roger Mccullogh le clavó con las últimas fuerzas que le quedaban un puñal entre las costillas. Antes de morir entre un charco de sangre negra vomitada, Roger Mccullog digo algo. Pero Orian ya no le entendió.
El caballo de Orian Beldare se encargó de poner fin a la vida de Orian Beldare pisoteándolo enloquecido víctima del hambre y la extenuación.
Y desde entonces, nadie ha vuelto a recordar a Orian Beldare. Salvo yo. Que también si hubiera podido...
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