jueves, 31 de marzo de 2022
Cuento danés
Yo ahora no sé en qué momento Bjarne se convirtió en lo que se convirtió. Quizás había sido siempre así. Creo que la soledad, el exceso de paseos nocturnos, un poco de lecturas que no convenían, y la autoestima por los suelos. Bjarne terminó siendo exactamente lo que nunca quiso ser, todo lo que su padre había sido pero sin ni siquiera la posibilidad de serlo con alguien al lado del que surgiera alguien como Bjarne. Bjarne tenía entonces solo 36 años y ya estaba fuera de la ecuación. Cada vez más solo y más perdido en sus pensamientos, solo salía de noche, a altas horas, para pasear por las calles de la ciudad, aunque hiciera un frío atroz. Caminaba en torno al río, el frío se le metía por todas partes, y entonces se sentía aliviado. Una pena incorregible le recorría todo el cuerpo. Y solo ese frío atroz le servía para sentirse fuera del dolor. Toda la culpa de todo la tenía el pobre Bjarne. Todo pasaba porque Bjarne estaba allí. Todo era porque Bjarne no había sido capaz. Todo estaba jodido porque Bjarne no lo había podido hacer bien. ¿Y qué era lo que Bjarne no había hecho bien? Pues tampoco Bjarne lo sabía. Su vida había sido aburrida, insulsa, encerrada en un agujero del que salía de vez en cuando para darse cuenta de que nada era como debía ser. O quizás las cosas eran como eran y él no podía hacer nada por que fueran de otra manera, una manera que él tampoco tenía claro cómo podía ser. En este marasmo de oscuridad y falta de entusiasmo por nada, Bjarne, una de esas noches, se encontró con un borracho que estaba en uno de los puentes al lado del río. El borracho cantaba una canción triste, melancólica, Bjarne se alejó del borracho pero el estribillo de la canción que cantaba se le metió en la cabeza. Sin saber cómo, al día siguiente solo era capaz de articular un sonido y era el de la canción. Poco a poco, fue completando el resto de la tonada a base de imaginación. No volvió a encontrarse con el borracho. La canción no le abandonó. No hemos dicho si Bjarne trabajaba o no. ¿Acaso importa?
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