lunes, 28 de marzo de 2022
Cuento polaco
Así que el teniente Kazimierz Grotowski llegó al campamento y preguntó quién era el oficial de más alto rango allí. Le dijeron que el oficial al mando era el Mariscal De La Grange. El teniente Grotowski refrenó un poco a su caballo, que se había alterado, y él mismo tuvo que moderar la expresión de cierto nosequé de su rostro. Se había equivocado de campamento. O no. Con resolución fue a la tienda donde estaba el mariscal reunido con algunos oficiales y se anunció como teniente del Ejército polaco. Tenía que recibir unas órdenes y le habían dicho que... 'sí, sí, por supuesto', dijo un edecán al que el mariscal señaló para que atendiese a Grotowski. Éste le dio unos pliegos en una cartera de piel y le deseó suerte en el viaje de vuelta. 'Vive l'empereur', 'vive l'empereur'. Grotowski se fue de allí sin entender nada, en un recodo del camino examinó los pliegos y no los supo entender, había una profusión de notas, mapas, no sabía nada de aquello. Siguió caminando y se encontró con un grupo de jinetes que le dieron el alto. Eran rusos. El teniente Grotowski se alegró al verlos, pero estos le hicieron bajar del caballo, le hicieron desnudarse, le hicieron comer algo de hierba, azotaron a su caballo sujetándole para que no escapara, bebieron, bebieron, se aburrieron y se marcharon sin llevarse la cartera de pliegos. El teniente Grotowski se recompuso y avanzó por el camino. Al llegar a un pequeño poblado le saludaron en alemán unas voces que le animaron a alejarse del poblado. El teniente Grotowski esquivó el poblado y llegó al cabo de unas horas a otro pueblo, tranquilo, habitado por personas que le saludaron en su idioma. No era allí donde iba.
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