martes, 11 de octubre de 2022

La Santa Coloma imperfecta de Joan Guerrero


El ideal de una ciudad o de cualquier cosa, cuando nos lo imaginamos, es que sea perfecto. Cualquiera aspira a que su ciudad, su calle, su barrio, su país, el Estado, su equipo de fútbol, sea perfecto. Perfecto y triunfante, perfecto y claro, perfecto y nítido, perfecto y final, perfecto y acabado, perfecto y perfumado, perfecto y terminado. Nuestra ciudad, Santa Coloma, no es perfecta. Líbreme el cielo de justificar la gestión de quien mantiene la ciudad como si ya estuviera bien, como si esto fuera la perfección y no se pudiera hacer más, líbreme dios de considerar que esto ya es la ciudad que necesitamos. Líbreme dios también de quien quiera perfeccionar este mismo sistema, de hacerlo mejor, de profundizar en lo que ya es. Santa Coloma, al menos una imagen de Santa Coloma que tenemos en la cabeza quienes tenemos una pedrada significativa, no es perfecta. Una ciudad imperfecta por muchos motivos, urbanísticos los primeros y primordiales, que la hicieron como es y que, pese a todo, se ha corregido. Gracias a los imperfectos principalmente y a pesar de los perfectos, casi siempre. Imperfectos somos a ojos de quien pretende que seamos lo que no somos y nos van a redimir a base de palabras huecas, grandiosas, libertadoras, novísimas, como si aquí no hubiéramos sido nunca nada. Y lo hemos sido y somos, imperfectos y grandes. 

El gran fotógrafo colomense Joan Guerrero presentó el pasado lunes por la mañana en la sala Miquelet ante unos pocos invitados, en primicia mundial su Oda a Santa Coloma. Un trabajo que según el autor, venía fraguando casi desde siempre y que ahora, en estos tiempos, por fin había encontrado el momento para 'regalárselo' a la ciudad. Este, dice, será su legado. Con la imprescindible ayuda de Dani Espínola, que ha puesto orden en la abundante cantidad de imágenes y momentos de nuestra ciudad que Joan Guerrero ha ido recopilando, la Oda a Santa Coloma es imperfecta como la ciudad, como el propio Joan Guerrero, como todos nosotros y nosotras, y en eso estriba su belleza. Una belleza que se encuentra no en el formato, no en el guion, no en la historia que nos va a contar, no en revolcarse en los tópicos, no en nada en concreto, sino en el trabajo de amor que significa quedarse clavado ante una imagen colomense y regalarla como el que entrega algo que considera único, una joya, algo especial, perfecto para contar que no somos, ni siquiera, como nos quiere contar el propio documental. Es una ciudad capaz de ser contada de tantas maneras que se ha corrido el riesgo, recientemente, de querer contar una historia arrimada al ascua de una sardina concreta. Y Joan Guerrero ha querido que la hoguera sea enorme. O no. No es un buen símil. Quizás ha querido huir de cualquier atisbo de sentido histórico para hacer historia a partir de unos pocos momentos. Desde un funeral puño en alto a una interpretación parroquial de Simon & Garfunkel, el propio Joan Guerrero danzando, el reponedor de la Calle (quiero aventurar del Reloj) que sube y baja el carro o ese impagable final con la aguerrida y curtida activista Emiliana Salinas bailando una jota, no un trozo de la jota, no un gag con una jota, sino toda la jota. ¿he hecho spoiler? Hay van otros avances más. Una Oda a Santa Coloma sin rumbeteo, sin canallismo, sin esa búsqueda de la identidad a través de la guitarra, la juerga y la simpatía callejera. Pues no, las músicas que ambientan el documental se alejan de esto y consiguen....

¿Qué consiguen? Consiguen que veas el documental con interés, que te guste lo que ves aunque no te guste lo que escuches. El documental es imperfecto porque no necesita ser perfecto como otros para contar una Santa Coloma que se acerca más a lo real, a lo natural, que otras maneras de contar una historia que es plural, que es coral, que no es única, que tiene múltiples aristas, que puede contener una cosa y su opuesta, que puede saltar de lo profundo y emocional a lo más trivial y a lo más desenfadado y a lo más colomense que existe que es la calle. 

Y en algunos momentos, me acordé de un libro que no he leído, de ese Ulises de James Joyce donde cabe todo y donde podemos estar viendo una cosa y ser asaltados por otra y no entender que todo es parte de algo que va más allá de lo que estamos viendo. Porque todo puede pasar y todo puede ser en una ciudad que no está controlada. Como esta. 

Cuando el documental se presente, que falta poco, no se lo pierdan. Puede que no encuentren la Santa Coloma que buscan, la que les gustaría, esa Santa Coloma perfecta que nos prometen como un ansia de ser otra cosa o la que ya nos venden como inamovible. Como si viendo el documental de Joan Guerrero no supiéramos que Santa Coloma es imperfecta ya así como está. 

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