Y entonces, asesinan al Archiduque Francisco Fernando en Sarajevo y este hecho desencadena la Primera Guerra Mundial. Estamos de aniversario. Un aniversario que es especialmente triste para quienes, ejem, nos consideramos, ejem, ejem, clase trabajadora. Clase trabajadora. Resulta que hace cien años sufrimos una derrota pasmosa. Una derrota sin haber combatido. Una derrota por la cual nos enviaron al combate. Al gran matadero que fue la Primera Guerra Mundial.
Francisco Fernando, según cuenta el gran Stefan Zweig, no era precisamente el ojito derecho del Emperador Francisco José. Al parecer Francisco Fernando era un tipo un poco agrio y que iba bastante a su bola. Además, cielos, se casó con una plebeya contra la opinión de todo pichichi. Una plebeya que tampoco es que fuera un encanto. Dice más Zweig, que cuando asesinan a Francisco Fernando, no todo el mundo se lo toma como una mala noticia. Incluso las muestras de dolor de la propia corona no parecen demasiado sentidas. Pero, eso qué más iba a dar, si la Guerra era algo que estaban deseando las grandes potencias porque... porque la estaban deseando.
Leyendo a veces cosas sobre los años previos a la Primera Guerra Mundial, uno pudiera pensar que, realmente, era un asunto que podrían haberse jugado los zares, kaisers, emperadores, reyes y presidentes de la república francesa al parchís y se hubiera arreglado la cosa en un nada. Pero no. Era necesaria una guerra. Y uno, que es malo y tiene el rencor incorporado a los genes porque vivo nada más que para la maldad y para pensar que todo el mundo conspira contra mí y contra los míos, piensa... estos se montaron una guerra nada más que para demostrar y demostrarse que todo el movimiento obrero, -que era principalmente pacifista-, se lo podían cargar de un plumazo nada más que agitando la banderita.
Así es. Esta es la derrota. La banderita. Soy un trabajador, soy un obrero afiliado al partido socialdemócrata de mi país, por la paz y por la dignidad, pero amigo... me calientan la sangre diciendo que los franceses son unos cabrones malnacidos y... me cago en... a quién hay que matar. Y ahí te ves al partido socialdemócrata votando a favor de la guerra y todo al garete. Y los trabajadores, que durante décadas han visto crecer en su interior el espíritu del pacifismo, del internacionalismo, del proletarios del mundo uníos... son enviados como carne de cañón a las trincheras del frente de Bélgica, los fangales del frente ruso... carnicerías como las de Armenia... en fin. Una historia bastante triste.
Una guerra que tiene como objeto principal... demostrar quién manda. Demostrar que se puede enviar a la muerte cierta a millones y millones de personas tan sólo agitando sus instintos más profundos de miedo, odio al diferente, ardor guerrero, crueldad y falta de empatía por los demás. ¿Han visto la peli Senderos de Gloria? Yo tampoco. En ella Kirk Douglas comanda un batallón que se niega a cumplir unas órdenes suicidas. Órdenes que se dan sin motivo concreto, tan sólo para demostrar quién manda. Sí, mucho socialismo, mucho amor fraternal hacia los trabajadores y los pueblos enteros el mundo, pero como te toque un poco las palmas, bailas fandango por mis muertos.
Una guerra que sirve como válvula de escape. Una guerra que queda en nada. Una guerra que destroza un continente y que prepara la siguiente, que será más ideológica, pero aún más atroz. Una guerra por el Emperador. Una guerra por el Kaiser. Una guerra por el Zar. El Zar cae. No termina la guerra en su puesto. El Kaiser acaba cayendo también. Finalmente en Alemania hay una revolución y se obliga al Kaiser a pirarse. Lo que ocurre después es quizás la oportunidad perdida más grande para la clase trabajadora mundial. En Rusia aprovechan esa oportunidad. Con la promesa de la Paz, triunfa una revolución que para consolidarse tendrá que vivir en guerra permanente.
La paz. Demostrar quién manda.
Y la pregunta que sobrevuela estos días... ¿volveríamos a hacerlo? ¿volveríamos a agitar las banderas en la plaza del pueblo clamando contra el enemigo imaginario? ¿volerá a estar Hitler en la plaza de Munich esperando su oportunidad? Da miedo responderse.
No pregunte, no pregunte.
ResponderEliminarGran entrada, amigo.
ResponderEliminarMuy buena. Da mucho miedo responderse, sí.
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