Hace unos días, un colomense se me acercó y me dijo: 'Malo es que vayas al Primavera Sound, pero peor es que luego hagas esas mierdas de crónicas que haces'. Bien. Respetuoso como soy con las críticas, sobre todo si son hacia mi persona y mucho más si son hacia mi... ¿trabajo?, qué menos que seguir adelante haciendo lo que más me gusta, que no es otra cosa que teclear y ver reflejado el resultado en la pantalla del portátil. Y qué mejor ocasión para volver a quedar en evidencia que aceptar el reto lanzado por la señorita Sevilla.
Yo me leí El Aleph de Jorge Luis Borges hace casi veinte años. Con la tontería. Estaba yo en la Facultad (como Pablo Iglesias) y me gustaba ir hasta la Biblioteca de Letras a pillar libros. Empecé con la Historia Universal de la Infamia, porque me pareció llamativo el título. Y a partir de ahí, la fascinación. Una bonita historia personal, que posiblemente no le interese a nadie.
Pasemos al libro. El Aleph, realmente, no se diferencia demasiado de otros libros de Borges, como Ficciones, El libro de arena, El informe de Brodie... Cuentos. Cuentos en los que Borges hace gala de su saber enciclopédico que le hace ambientar sus relatos entre gauchos y pampas, entre vikingos y anglos, en salones intelectuales, en palacios árabes, en el decadente imperio Romano... donde sea. Cuentos fantásticos que a veces no lo parecen tanto. Cuentos en los que el comportamiento de las personas, a veces elevado y sublime, se tuerce en un momento de debilidad y aparece la mezquindad... o lo maravilloso. Todos los cuentos que aparecen en este libro son memorables. El Inmortal, Deutches Requiem... da igual el cuento que elijamos. Se pueden leer una y mil veces y todas ellas te trasladan a un mundo que cambia de escenario, pero que parece inmutable. 'Borges es difícil de entender'. Esta es una de las principales excusas que ponen muchos para no leer a Borges. Complicado, demasiado culto, elitista... incluso algunos piensan que, por ser un tipo bastante conservador y haber apoyado en un principio la Dictadura de Vileda, digo, Videla, hay que arrinconarlo.
Bueno. El cuento que da nombre al libro, El Aleph, podría hacer que uno quedase enganchado a Borges de por vida. Y, como todo, está sujeto a interpretación. Veamos. Dos escritores enamorados de una misma mujer. Enamorados o al menos engatusados por ella. Los dos escritores, uno de ellos el propio Borges, la visitaban frecuentemente y, a pesar de la muerte de ella, siguen acudiendo a la casa de ella. Ninguno de los dos escritores simpatiza con el otro, se detestan. El otro, Carlos Argentino Daneri, se presenta en palabras de Borges como un escritor vulgar, mediocre, sin el estilo que tiene Borges que, sí, es elevado, cita sabiendo a quien está citando, era verdaderamente merecedor del amor de Beatriz y no Daneri. Un día, ya pasados los años, Daneri convoca a Borges porque quiere anunciarle algo maravilloso. Porque Daneri, al fin, pese a las pullas, siempre tiene algo de fe en Borges. Situado en un escalón concreto de la escalera que baja a un almacén, está el Aleph.
El Aleph. Hacerse cruces con el Aleph. Un punto que recoge todo el universo. En presencia del Aleph, uno está ante todo. Todo lo conocido, todo lo que hay, todo lo que está, lo podemos contemplar sin necesidad de movernos. Que sí, que si la metáfora premonitoria de Internet, que si la fantasía, que si... Carlos Argentino Daneri, pese a la enemistad, confía en que Borges sabrá apreciar su hallazgo. Y Borges, efectivamente, también contempla el Aleph. Esa maravilla. En ese escalón, en ese punto de una casa de Buenos Aires, se encuentra todo el Universo. Una auténtica experiencia que va más allá de...
Pues no. Borges tiene en su mano la posibilidad de apuñalar a su amigo/enemigo. Daneri espera que le diga qué ha visto, si también lo ha visto... y Borges prefiere hundir a su amigo/rival, que disfrutar del Aleph.
La mezquindad. Preferimos perder algo maravilloso, no disfrutar de una fantástica casualidad, por no favorecer y alegrar a alguien a quien detestamos. Preferimos hundirnos todos y seguir viviendo en la mediocridad antes que ser generosos con lo que otro tiene. Escogemos el movimiento táctico y calculador antes que apreciar de manera sincera lo que el otro pueda tener de bueno. Me estoy desviando.
El Aleph es el cuento. En un hecho maravilloso, en realidad, nos está hablando de la vida más común. Y bajo un lenguaje tan culto, unas citas tan intelectuales, y unas localizaciones tan inverosímiles, de lo que no es está hablando siempre Borges es de cómo nos movemos en el momento de la verdad. Cuando hay que mojarse, cuando hay que actuar. Cobardes, traidores, mezquinos... De eso va todo.
Espero haber pasado el reto Dixan.
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