viernes, 13 de marzo de 2015

Daevid Allen dobla el gorro. Buen viaje pothead pixie!!!

Un tío que se niega a salir al escenario aduciendo que un Muro de Fuerza le impide salir, ese tío, ese, ese es que me gusta a mí. Ese tío. Ese tío que con setenta años se coloca un gorro blanco en la cabeza y se pinta la cara y sale al escenario y se pone a cantar y a chillar. Ese es el tío. Un tío que crea todo un mundo de naves espaciales basadas en teteras, que chilla y aúlla a la luna. Ese es el tío que me mola a mí. Ese tío es Daevid Allen. Un tío que en su primer disco como Gong pregunta a los hombres de negocios si les queda algo de amor, si tienen amor. No lo tienen. Y predica que sí, que van a cambiar el mundo justo cuando el mundo comenzaba a cambiar y dejarles atras. Y de la manera más fácil, cambia tu mundo cambiándote la cara. Es tan fácil.
Daevid Allen acaba de morir a los 77 años víctima de un cáncer de garganta. Hace unas semanas anunciaba que dejaba de luchar y que esperaba irse yendo de una manera feliz. La felicidad. Qué cosa. Es muy fácil, sólo tienes que cambiar la cara. Un tío que buscaba hacer felices a los demás a base de inventarse un mundo para la peña. Un mundo nuevo. Han muerto otros esta semana. Trifón Cañamares, un compañero de Vallecas. Terry Pratchett, escritor. No los conocía. Tendrán sus méritos y serán muchos. Habrán influído a mucha gente. A mí me ha tocado la patata Daevid Allen. Porque sin el descubrimiento de Gong hubiera sido muy, pero que muy complicado haber aguantado mucha parte de este tiempo. Sin esa ida general de castaña que supone cada disco de Gong, al menos hasta el You, de 1974, que es justo un año antes de que ese muro de fuerza le imposibilitara seguir. Que siguió, y volvió a Gong, y formó Planet Gong y cantó aquello de Opium for the people, o la de Floating Anarchy. Pero supongo que esto no es demasiado sesudo, no es lo suficientemente desesperado para ti, que sufres de verdad. Yo no sufro, no. Yo paso de todo. Me pongo a hacer las cosas de casa escuchando el Angel's Egg y le van dando por el ñaca a todo. Religiosamente. Porque de lo que se trata es de que el que nos está mirando desde el control, el que lo domina todo, nos vea bufándonos a cada rato de lo que parece serio. De sus ganas de vernos con el morro subido. Que se joda. Selene, espíritu de la luna, qué puedo hacer si mi mente está contigo. Este es el tiempo de tu vida. Memorable canción. El tiempo de tu vida, acompañado en la batería por Robert Wyatt, nada menos que por el camarada Robert Wyatt. Sí, un camarada entre los flipados. Qué cosas. Qué decepción. Robert Wyatt cantaba aquello de Memories. Es el que queda del trío resplandor. No está Kevin Ayers, ya se ha ido Daevid Allen.
Bueno, pues se ha muerto Daevid Allen. Qué pena da que se vaya alguien a quien no has visto en la vida. Pero has escuchado todos los días. En algún momento u otro del día. Algo venía. Era de esperar. Nos queda su música y toda esa sarta de tópicos que se dice de quien se muere. Uno que molaba. Uno que molaba y mucho. Que decían que tampoco es que fuera un lumbreras con la guitarra eléctrica, pero le echaba morro.
Y es que es eso, compañeros y compañeras, pot head pixies, echarle morro, invocar a la luna aún sabiendo que la luna no va a contestar. ¿Y qué? Que se joda la luna si no quiere contestar. Un tío que es capaz de producir esa sinfonía del carajillerismo que es Licors de Pau Riba. Es lo que pasa cuando bebes demasiado... y ahí estaba. O el Brossa d'Ahir... otro discazo. Pau Riba seguro que está hoy también chunguete. O no. Y está celebrando que el bueno de Daevid Allen está navegando y recordándonos lo básico. Lo muy básico.
Estas fueron sus enseñanzas, hijos míos:
Recuerda
Tú eres yo
Yo soy tú
Y todos juntos
Vamos 
Aum...
(a.p.h.p. advice / gong - you - 1974)

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